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¿Quién quiere Irak?

En medio de toda la marejada de propuestas para desembarazarse del problema iraquí, por solución o deserción, confesada o disimulada, Bush sigue diciendo que democracia es lo que quiere y no renuncia a ella ni para Irak ni para todo el mundo árabe.

Equivocada o no, siempre ha habido alguna estrategia para Irak. Al menos implícita, siempre la hay. Las actuaciones, incluso caóticas y contradictorias, no pueden menos de revelar una cierta pauta de comportamiento, es decir, una cierta estrategia. Y en el caso de Irak, contra todo lo que se diga, lo político ha predominado abrumadoramente sobre lo militar. Democratización era el objetivo y se esperaba que fuera también el remedio, y además contagioso, con vistas a transformar toda la región. El "mantener el rumbo" de Bush nunca ha sido una estrategia ni lo ha pretendido. No quería decir continuar haciendo las mismas cosas de la misma manera, que de hecho han ido cambiado de año en año, sino perseguir el mismo objetivo: Gobierno elegido y responsable, libertades básicas. Da gusto ver el disfrute de nuestro progresariado con la aparente imposibilidad de lograrlo.

Erre que erre, en medio de toda la marejada de propuestas para desembarazarse del problema iraquí, por solución o deserción, confesada o disimulada, el presidente sigue diciendo que democracia es lo que quiere y no renuncia a ella ni para Irak ni para todo el mundo árabe y vecinos circundantes.

El año 2005 empezó y terminó con ejercicios democráticos. De manera deslumbrante el 30 de enero con la elección de una asamblea constituyente, continuando el 15 de Octubre con el referéndum de la Constitución, y el 15 de diciembre con las legislativas que la ponían en marcha. En cada uno de los comicios, mayor participación que el anterior. Los pertinaces esfuerzos internacionales por deslegitimar el proceso iraquí, haciendo así una modesta contribución a su fracaso, tuvieron que ir acallándose, como ya por entonces venía sucediendo con la pretensión de que la turbia codicia por el oro negro era el inconfesado pero manifiesto móvil de toda la política norteamericana, argumento cada vez más inverosímil a medida que aumentaba el coste acumulado de la empresa.

Ahora ya no se plantea si el Gobierno salido de las urnas es o no representativo. La negativa ya es insostenible pero el reconocimiento debería llevar a un indeseado compromiso de ayudar a ese Gobierno a defenderse de los que durante tres años se nos han presentado como héroes de la resistencia nacional contra el invasor. Así que mejor no mencionar el asunto y seguir insistiendo en el caos, el desastre, la catástrofe, situación a la que la comunidad internacional ha aportado bastante más que un granito de arena, en su deseo de recortarle las alas al águila americana.

Esta animadversión internacional, desde luego, los errores estadounidenses, obviamente, las múltiples incapacidades iraquíes, cómo no, pero ante todo y sobre todo la eficaz actuación asesina y destructiva de las fuerzas locales ferozmente opuestas a la democracia desde ángulos políticos muy diversos han dado al traste y han vaciado de contenido los logros políticos que parecían suponer las consultas electorales del 2005. El caos, el desastre, la catástrofe para quienes los trabajan, y los fascistas suníes en versión laica y religiosa y el demagogo chií Muqtada al Sadr lo han hecho con verdadera dedicación y entrega. Si de lo que se trata es de poner el país en sus manos y en las de los que los respaldan desde fuera, prestos a meterse dentro si se hace preciso, casi cualquier estrategia vale. Si de lo que se trata es de salvar al país, la cosa es mucho más difícil.

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