Menú
Charles Krauthammer

La guerra y las palabras

El país está enfrascado en un debate serio sobre qué estrategias seguir para proseguir la guerra o retirarse de un modo ordenado. El Senado tendría que pensarse si incluye ese debate en su orden del día.

Los informes del Consejo Nacional de Inteligencia, en principio, no tienen como principal función resultar gracioso. Y el último informe sobre la situación en Irak fue uniformemente desalentador. Pero el decidido esfuerzo del documento por salvar las diferencias a propósito del uso del término "guerra civil" cae en lo cómico. Cabe imaginarse las peleas que debieron tener lugar dentro de las agencias como para llegar a un compromiso burocrático tan clásico: "La Comunidad de Inteligencia ha decidido que el término 'guerra civil' no recoge adecuadamente la complejidad del conflicto", pero "no obstante, el término 'guerra civil' describe con precisión algunos elementos clave del conflicto iraquí". En otras palabras: sí, no, quizá. Múltiple lucha civil, pero demasiado caótica como para clasificarla entre clásicos tales como los Estados Unidos en el siglo XIX o España en el 36.

No voy a negar que ésta es una aplicación justa del término "guerra civil" a la situación actual. Lo que observo con decepción, sin embargo, es lo importante –y lo absurdamente irrelevante– que se ha convertido el uso de determinados términos cargados emocionalmente a la situación actual. Sorprende hasta qué extremo el debate en Washington acerca de Irak que no tiene que ver con la guerra, sino con las palabras. Quién es dueño de ellas, quién las emplea, quién las utiliza como una maza. El anuncio de la NBC del pasado noviembre de que utilizaría en adelante el término guerra civil muestra el tono pomposo con que se trata el asunto, en una declaración mucho más política que analítica, invocando para sí misma la misma autoridad ficticia con la que las cadenas "declararon" espléndidamente a los ganadores de las elecciones (por ejemplo, asignar Florida a Al Gore el 7 de noviembre del 2000).

Palabras. Hemos tenido semanas de debate en el Senado acerca de Irak. Al final acabaron en agua de borrajas, cerrados (temporalmente) debido a disputas protocolarias partidistas. Pero de todas maneras no van a ninguna parte. Los debates no versaron sobre una lucha real en un lugar real. Trataron sobre cómo se posicionarían los distintos senadores en relación a esa lucha real en un lugar real. ¿Qué estaba en juego? El tono, la expresión y las formas de expresar el desacuerdo de cada senador con un incremento gradual de efectivos que el presidente iba a ordenar de todas maneras.

En lo que respecta a hacer algo serio con motivo del incremento gradual, el Senado se vino abajo. Aprobó unánimemente (81-0) enviar a Bagdad al general David H. Petraeus con el fin de llevar a cabo el incremento, precisamente lo que los senadores dijeron que no querían que se hiciera. Si uno realmente se opone al incremento de tropas, ¿cómo puede no estar en contra del nombramiento de la persona cuya misión es llevarlo a cabo? Pero aún así, ni un sólo senador lo hizo. En su lugar, estuvieron días ajustando las palabras de una resolución de desaprobación no vinculante, es decir, completamente ineficaz.

Una entidad legislativa seria no estaría debatiendo sobre si están más o menos en contra de un plan, sino sobre tres o cuatro planes alternativos que realmente podrían cambiar nuestro destino en Irak, algo que todos dicen desear. Pero en lugar de contribuir dándole vueltas a cómo debe conducirse o finiquitarse la guerra, negocian qué palabras pueden proporcionar exactamente la cantidad de distancia que puede necesitar un senador como colchón político en caso de que el incremento tenga éxito o fracase.

Palabras. Los Demócratas están completamente a favor del "redespliegue" y simulan que es un plan alternativo. Pero la palabra redespliegue carece de sentido. Simplemente significa cambiar la posición de nuestros soldados e, implícitamente, cambiar su misión. Pero mientras no se diga a dónde los redespliegas, y con qué misión, no has dicho nada. A no ser que se especifique si el redespliegue es a Kansas o al Kurdistán, no es más que otra declaración de oposición, otra expresión más de desaprobación a la estrategia actual, similar en gran medida a esa resolución no vinculante y vacía del Congreso.

Palabras. Considere "oleada". Se le asocia un aire de energía, agresión y hasta esperanza, lo que refleja bastante bien la opinión de Petraeus sobre el asunto: no solamente más tropas, sino un cambio en las reglas de compromiso, con más espacio para luchar, menos interferencia política por parte del Gobierno iraquí y una posición mucho más dura hacia los agentes extranjeros en Irak, los iraníes en especial.

La oposición prefiere "escalada", como aparece, por ejemplo, en el anuncio contrario al incremento de tropas emitido en determinados mercados durante la Super Bowl. El motivo principal de utilizar escalada, por supuesto, es que fue un término muy empleado durante la guerra de Vietnam. Y cuantas más palabras de Vietnam utilicen para hablar sobre Irak, más probable es que hayan ganado el debate sin tener que argumentar siquiera.

El problema con esta batalla de palabras es que es completamente irrelevante para lo que está sucediendo en Irak. Habrá tropas reales en misiones reales al margen de la etiqueta que se les ponga. El país está enfrascado en un debate serio sobre qué estrategias seguir para proseguir la guerra o retirarse de un modo ordenado. El Senado tendría que pensarse si incluye ese debate en su orden del día.

En Internacional

    0
    comentarios