Provocación y guerra sucia
Si es tan eficaz con la propaganda y siempre logra poner al PP a la defensiva es sólo porque el partido con más militantes de España sufre una asesoritis aguda de sorayos que unen la pusilanimidad a la inexperiencia.
El partido con más militantes de España convoca una manifestación y la progresía (sí, Cueto, la pro-gre-sí-a) escupe inflamados titulares: "Asistimos a la representación de un intento de golpe de Estado callejero" (el digital de Sopena); "Rajoy se pone al frente de la revuelta callejera" (El Periódico de Cataluña, a toda página).
¿Golpe de Estado? ¿Revuelta callejera? Un momento. Las ocho grandes manifestaciones a las que se ha sumado el PP en la presente legislatura han sido un ejemplo de civismo y urbanidad (que no es lo mismo que urbanismo, señora Calvo). A diferencia de lo que ocurre cuando se echan a la calle los progres y sus aliados –los separatistas fascistoides y los delincuenciales antisistema–, el mobiliario urbano queda intacto y no se remata la juerga ante sedes ajenas para cubrirlas de mierda, romperles los vidrios o amenazar a sus ocupantes.
Tan acostumbrada está la progresía a montar revueltas y a intentar (o dar) golpes de Estado callejeros que no puede evitar la proyección freudiana. Si es tan eficaz con la propaganda y siempre logra poner al PP a la defensiva es sólo porque el partido con más militantes de España sufre una asesoritis aguda de sorayos que unen la pusilanimidad a la inexperiencia. También hay adanismo en la calle Génova. Sólo con que hubieran pasado un rato por la izquierda o, como mínimo, abrieran las orejas cuando hablan liberales más expertos y menos pusilánimes que ellos, sabrían de qué va la broma y cómo actuar en consecuencia.
Porque la broma va, y seguirá yendo, de emparejar al PP con la extrema derecha para hurgar en sus complejos. Si no bastara, la broma pasará por inventar connivencias y enviar provocadores. En caso extremo, se financia y teledirige a grupos radicales para usarlos en el momento oportuno. Espero con ilusión que neguéis esta última táctica, mis queridos ex compañeros, para narrar con todo lujo de detalles la interesante reunión que tuvo lugar en una sede del PSC en febrero de 1986. Venga, negadlo. A los convergentes les va a hacer mucha gracia.
No es seguro que los dirigentes del PP lleguen algún día a sacudirse sus complejos y sus tonterías. Pero, por suerte, la talla y la categoría de su masa social está fuera de duda. Por eso son del todo inadecuadas estas palabras de Raúl del Pozo en El Mundo: "Tengamos confianza en que Mariano Rajoy no consentirá que la manifestación acabe a tiros, a puñetazos o a pedradas". Pero, hombre, don Raúl, eso pídaselo al PSOE y sus secuaces.
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