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Robert Novak

El escándalo perdido

Armitage había confesado su responsabilidad al Departamento de Justicia tres meses antes de que Fitzgerald entrase en el caso, sin notificarlo a la Casa Blanca o liberarme de mi obligación de confidencialidad.

Denis Collins, un periodista de Washington que fue jurado en el caso Scooter Libby, describía cómo los sentimientos en las deliberaciones reflejaban los que se vivían en la sala privada de los demócratas en el Senado: "Un buen número de veces se dijo: ¿dónde está Rove? ¿Dónde están todos los demás?". Además del asesor presidencial Karl Rove, obviamente se referían al vicepresidente Dick Cheney y, tal vez, al presidente Bush. En cambio, los miembros del jurado no parecían muy interesados en escuchar a Richard Armitage, fuente de la filtración sobre la CIA.

"Ya Iba siendo hora", dijo el líder de la mayoría en el Senado Harry Reid, celebrando el veredicto de culpabilidad contra Scooter Libby, "de que alguien de la Administración Bush fuera declarado responsable de la campaña para manipular a la Inteligencia y desacreditar a los críticos con la guerra". Pero Libby sólo fue juzgado culpable de mentir sobre cómo supo de la identidad de Valerie Plame. Reid y sus colegas del Partido Demócrata iban detrás de peces mucho más gordos que el jefe de personal de Cheney.

Los demócratas fueron lentos en reaccionar a mi columna del 14 de julio del 2003 en la que informé de que la misión a Níger del ex diplomático Joseph Wilson fue sugerida por su mujer, empleada en la CIA, Valerie Plame. Hacia septiembre, cuando el Departamento de Justicia comenzó a investigar la filtración, los demócratas se olían otro Irán-Contra o hasta un Watergate. Se equivocaron.

El juicio de Libby no revela ningún complot trazado en la Casa Blanca. La peor noticia para los agitadores demócratas fue que Patrick Fitzgerald volviera a su labor habitual como fiscal en Chicago. Al no haber ningún delito subyacente que denunciar, la única cuestión era si Libby había mentido conscientemente y a propósito a los agentes del FBI y al gran jurado acerca de cómo supo de la identidad de Wilson.

Pese a que mi columna sobre la misión de Wilson precipitó el infortunio de Libby, jugué un papel menor que su juicio. Llamado a declarar por su defensa, presté testimonio de que le había telefoneado para informarle de la columna de Wilson y de que no había dicho nada sobre la mujer de éste. Otros periodistas dijeron lo mismo bajo juramento, pero aparentemente no provocamos ninguna impresión en el jurado.

El juicio no proporcionó información alguna acerca de la posición de Valerie Plame en la CIA en la época en que revelé su papel en la misión de su marido. No se dio a conocer ninguna evidencia de que a Libby se le dijera alguna vez que era agente encubierta. Fitzgerald había argumentado que el hecho de que fuera o no agente encubierta no era asunto de este juicio, y el juez federal de distrito Reggie B. Walton estuvo de acuerdo. Aún así, en su alegato final, Fitzgerald aludió al estatus de agente secreto de la mujer de Wilson y, en respuesta a la pregunta de un reportero tras el veredicto, dijo que estaba "clasificada".

De hecho, su posición como "clasificada" –es decir, que su trabajo era un secreto del Gobierno– no cumple en sí mismo el estándar requerido para el procesamiento de la persona que filtra la información (el ex subsecretario de Estado Armitage) bajo la Intelligence Identities Protection Act de 1982. Esa ley limita el procesamiento de los que filtran información sobre operaciones de Inteligencia fuera de nuestras fronteras, cuya revelación minaría la Inteligencia norteamericana. Es el motivo por el que Fitzgerald no actuó contra Armitage.

Algunas de las preguntas que me fueron planteadas en entrevistas en televisión y radio tras el veredicto daban a entender que yo había revelado el nombre de Armitage a Fitzgerald. En realidad, en mi primera entrevista con Fitzgerald después de que fuera nombrado fiscal especial ya me dijo que sabía que Armitage había sido mi fuente. Asumí que era producto del trabajo de investigación del FBI. En realidad, Armitage había confesado su responsabilidad al Departamento de Justicia tres meses antes de que Fitzgerald entrase en el caso, sin notificarlo a la Casa Blanca o liberarme de mi obligación de confidencialidad.

Hace unos días, en Hannity & Colmes en la FOX, el abogado David Boies dijo que Fitzgerald nunca debió haber procesado a Libby, porque no había ningún delito subyacente. Boies se burló del argumento de Fitzgerald de que Libby le había obstaculizado mientras intentaba descubrir actividades criminales. Boies, que representó a Al Gore en el conflicto electoral del 2000, no es en absoluto simpatizante de Bush. Pero tampoco es un demócrata sectario dispuesto a todo para explotar este oscuro escándalo.

George W. Bush perdió el control de este asunto al permitir que un fiscal especial tomase decisiones que, al contrario de las que se toman al perseguir a un traficante de drogas o a un hampón de la Mafia, acabaron siendo inherentemente políticas. Cortar en seco este proceso habría necesitado valor por parte del presidente. Necesitará aún más valor para indultar a Scooter Libby ahora, no cuando abandone la Casa Blanca en enero del 2009.

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