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Walid Phares

Perdiendo la guerra en EEUU, no en Irak

Según en las declaraciones de Reid, hay que concluir que la coalición encabezada por Estados Unidos ha perdido estrepitosamente la guerra en Irak solamente porque el enemigo aún ataca y contraataca.

Una simple declaración realizada por un líder legislativo en Washington recientemente indica que efectivamente se está perdiendo una guerra, pero que no es la guerra de Irak. Es la guerra de ideas que tiene lugar en el Congreso. Me refiero a lo que dijo el líder de la mayoría demócrata en el Senado, Harry Reid, sobre que los Estados Unidos habían perdido la guerra en Irak, una conclusión dijo que había comunicado al presidente Bush en una reunión el pasado miércoles. "Esta guerra está perdida y el incremento de tropas no está logrando nada, como indica la extrema violencia registrada ayer en Irak", dijo Reid, en una rueda de prensa en Capitol Hill acompañado de legisladores pacifistas de varios estados.

Para el senador Reid, su conclusión es muy sencilla; a mí me resulta completamente simplista. Reid sostiene que la guerra está perdida porque hay "extrema violencia en Irak". Tras contemplar esta frase llegué a pensar que este tipo de lógica irracional sólo puede suceder en Estados Unidos, pero recapacité al recordar que la mayor parte de los norteamericanos piensan lo contrario, cuando se les informa con precisión y sus élites no les desinforman.

Durante el bombardeo de unos medios que funcionan emitiendo breves fragmentos de sonido y no análisis sosegados, las declaraciones son pasables, pero sólo si se leen con rapidez. Pero si uno reflexiona sobre lo que ha dicho la figura más importante del Senado, concluye que tanto él como otros políticos de mentalidad similar están desafiando la implacable realidad de la lógica.

Considere esto: ¿cómo puede medirse el avance hacia la victoria en una guerra en curso según la simple existencia de violencia, o según la intensidad de la misma? Mientras está teniendo lugar una guerra, han de existir necesariamente actos violentos. Precisamente porque la frase del senador Reid versaba sobre si habíamos salido victoriosos o no de la guerra, sus declaraciones resultaron innecesarias y confusas. Sí, la guerra no ha terminado aún. Estados Unidos no ha ganado ni perdido, y es precisamente por eso que uno debe esperar ver la violencia que cabe esperar en tiempo de guerra. Pero, según en las declaraciones de Reid, hay que concluir que la coalición encabezada por Estados Unidos ha perdido estrepitosamente la guerra en Irak solamente porque el enemigo aún ataca y contraataca.

Los historiadores ciertamente desaprobarían la lógica de Reid; los ejemplos abundan. Cuando la División Aerotransportada 101 estaba sitiada y rodeada por las tropas alemanas en la batalla de las Árdenas, los aliados no estaban perdiendo la Segunda Guerra Mundial, los nazis sí. Alguien podría haber pensado que estábamos perdiendo la guerra en ese momento, pero la realidad era completamente distinta. Reid y otros muchos políticos, académicos y periodistas, en un gesto absurdo, han decidido que sólo se podrá hablar de progreso hacia la victoria en Irak si no se escuchan disparos y no explotan coches bomba. Pero si eso llegase a ocurrir, nos encontraríamos al final de la guerra, no en mitad de la guerra en curso y avanzando hacia la victoria, que es donde nos encontramos.

Hasta que el estado iraquí esté funcionando, los regímenes vecinos contrarrestados y un fuerte movimiento anti-yihadista encabezando la resistencia contra el terrorismo, lo natural es que el enemigo esté atacándonos incesantemente. Por lo tanto, la medida de nuestro éxito en esta guerra está relacionada con estos factores, no con la simple evidencia de que existe violencia, que no hace sino demostrar que nos encontramos en guerra.

Un análisis más exhaustivo y valioso de la guerra en Irak debería incluir como factor a tener en cuenta la dirección que está tomando la confrontación global entre las fuerzas de la democracia y el bando autoritario-yihadista en la región. Desde el 2003, un régimen brutal –genocida en esencia– ha sido derrocado en Irak, los kurdos han alcanzado un nivel de supervivencia, los chiíes fueron salvados del salvaje régimen baasista y el elemento liberal entre los sunníes ha tenido oportunidad de emerger. Sí, es cierto, y debería haberse previsto que sucedería, que el régimen iraní está introduciéndose en Irak, que el dictador sirio Bashar Assad está enviando a los yihadistas a través de sus fronteras y que Al Qaeda está intentando hacerse con el control del triángulo sunní. Por tanto, ha terminado con éxito una etapa de la guerra, el derrocamiento de Saddam; la otra etapa, la contraofensiva sirio-iraní y yihadista está desarrollándose ahora mismo. No creo que haga falta ningún conocimiento experto sobre Oriente Medio para entenderlo.

Si el senador Reid y sus colegas se metieran en un debate serio sobre Irak, si el Congreso debatiera las mejores estrategias para contener a los regímenes sirio e iraní y si los congresistas invitasen a más disidentes musulmanes al Capitolio en lugar de a fundamentalistas islámicos, entonces el camino a la victoria en la guerra contra el terror estaría pavimentado de pruebas significativas. Desafortunadamente, en lugar de proponer un estrategia mejor para ganar, los principales políticos –influenciados por la falta de conocimiento experto– están pasando por alto el punto clave de la guerra contra el terror: su dimensión global. Y para añadir un egregio insulto a la herida intelectual, un panel del Congreso sometía a votación la prohibición del uso de la fórmula "guerra global contra el terror".

En este contexto, las declaraciones de Reid deben entenderse de otra manera. De hecho, Estados Unidos está perdiendo una guerra ahora mismo, pero es la guerra de las ideas, no la de Irak. Irónicamente, la primera la están perdiendo aquellos que fueron elegidos democráticamente para defender a Estados Unidos, sus ciudadanos y sus intereses frente a sus enemigos.

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