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Luis del Pino

La trama telefónica

No estamos hablando de un baile de números, ni de una incongruencia puntual, sino de una sustitución sistemática y coherente

La noticia que hoy publicamos en Libertad Digital no es la primera donde se demuestran las falsificaciones de datos telefónicos. Son ya muchas las informaciones que hemos puesto sobre la mesa donde, al final, lo que se perfila es una auténtica orgía de manipulación masiva. Una orgía orientada a construir, con datos a medias ciertos y a medias "adaptados", una historia de cruces de llamadas con la que "vestir" la supuesta conjura de islamistas, camellos, confidentes y asturianos. Y con la que "demostrar" las conexiones que entre unos y otros había y los pasos que todos ellos fueron dando antes de la masacre.
  • Hemos demostrado ya, con los propios datos del sumario, que uno de los tres teléfonos supuestamente empleados por los suicidas de Leganés para despedirse de sus familias se encontraba fuera de ese piso destruido por la explosión.
  • Hemos demostrado ya que los faxes enviados por los "suicidas" de Leganés se enviaron desde fuera del inmueble de la C/ Carmen Martín Gaite.
  • Hemos demostrado que dos de los teléfonos atribuidos por la Policía a El Tunecino seguían operativos y realizando llamadas después de esa explosión donde nos dicen que El Tunecino murió.
  • Hemos demostrado que uno de los teléfonos vendidos a través de Interdist, y atribuido por la Policía a Jamal Ahmidan era, en realidad, utilizado por un amigo de Rafá Zouhier llamado Rachid Tachti.
  • Hemos demostrado que el teléfono asignado a Said Berraj se correspondía en realidad, según las transcripciones de las escuchas telefónicas, a una familia gallega que el día de la explosión del piso de Leganés tenía a uno de sus miembros a punto de ser operado en un hospital.
  • Hemos demostrado que los listados de llamadas de Jamal Ahmidan a Larbi Raichi no cuadran para nada con la historia de la supuesta agresión que Raichi sufrió a manos de Ahmidan.
  • Hemos demostrado también, por no seguir enumerando, que se acusó por escrito a Jamal Zougham de vender tarjetas que, como le constaba a la UCIE, habían sido comercializadas por otro individuo llamado Abdul Khalek Al Jondi.
Son muchos, por tanto, los datos que hemos expuesto y que permiten poner en cuestión toda esa trama telefónica del 11-M que tan diáfana parecía.
 
Pero lo que hoy desvelamos va un paso más allá. Hasta ahora, cada una de esas informaciones que apuntaban a la manipulación de los datos telefónicos era sistemáticamente achacada por los defensores de la versión oficial a meras equivocaciones, providenciales errores o inexplicables chapuzas.
 
Pero ¿cómo achacar a la chapuza, al error o a la equivocación la sustitución del teléfono de un policía por el teléfono del inspector Parrilla? No estamos hablando de un baile de números, ni de una incongruencia puntual, sino de una sustitución sistemática y coherente. Sustitución que, además, tuvo que ser realizada no sobre copias en papel, sino sobre los datos en soporte informático que las operadoras telefónicas entregaron a la Policía, tal como el juez Del Olmo les solicitó. No cabe posibilidad alguna más que la manipulación consciente y deliberada, bien de los propios informes, bien de la base de datos usada para confeccionarlos.
 
A lo largo de los meses, hemos ido poniendo sobre la mesa los datos que avalaban la manipulación de las pruebas materiales del caso: furgoneta Kangoo, mochila de Vallecas, explosión de Leganés, coche Skoda Fabia... Después de esa labor de "deconstrucción", decíamos, tan sólo quedaban ya, para sostener la versión oficial, los datos telefónicos que supuestamente demostraban la existencia de una trama.
Pues bien: tras constatarse esta primera manipulación de los listados de llamadas, de esa versión oficial ya no quedan ni siquiera los datos telefónicos.
 
Más que nada porque, como tendremos oportunidad de comprobar a lo largo de las próximas semanas, la manipulación de los datos telefónicos va mucho más allá de lo que hasta ahora se ha publicado.
 

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