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Juan Carlos Girauta

Abracadabra

Definitivamente, el tipo cree en la magia, en encantamientos, hechizos y conjuros. Si cierro los ojos, aprieto los puños y me repito que la economía va bien, esos inoportunos indicadores macro cederán como cucharillas en los dedos de Uri Geller.

Las cosas de Rodríguez resultan cada vez más fascinantes para el observador de lo paranormal. Definitivamente, el tipo cree en la magia, en encantamientos, hechizos y conjuros. Si cierro los ojos, aprieto los puños y me repito que la economía va bien –se dice por ejemplo–, esos inoportunos indicadores macro cederán como cucharillas en los dedos de Uri Geller. No hay que perder el optimismo con más de dos millones doscientos mil parados –y ascendiendo–, la inflación al 4,4 –y aumentando– o el índice de confianza por los suelos, y horadándolos. Todo se enderezará. No por lo que planeen esos ingratos de Brown, Sarkozy, Merkel y Prodi, ni por lo que haga o deje de hacer el BCE, ni por ningún otro factor externo. El universo de Rodríguez es mental, como ordenan las enseñanzas esotéricas. La realidad se adecuará a su pensamiento. Basta con estar muy convencido.

O basta con mostrarse muy convencido para convencer a otros. Superada esa prueba del chamán profesional o del jefe de secta que consiste en afirmar "no A", luego "A" y luego "no he mentido", Rodríguez se siente dueño del significado de las palabras porque para algo tiene el poder. Si se atiende a la literalidad de su discurso, podríamos tomarlo por un hombre sencillo, melón con sal. Pero el lenguaje corporal revela rasgos sumamente preocupantes. Nadie se ha envanecido más con la bajuna reverencia del vulgo que este individuo sin oficio conocido, sin currículum, historial laboral, obra publicada o idea original. Paradójicamente, tan clamorosa falta de méritos reafirma su autoconfianza: fijaos dónde he llegado sin hacer nada; imaginad que hiciera algo.

Destaca en la mímica de este artista el "posado" que ofreció a El País junto con el nuncio, involuntario e inconsciente supporting role de la última fotonovela de Prisa. No hizo falta el diálogo al pie. Los gestos y ademanes de Rodríguez eran tan elocuentes como se había propuesto: "¿Me vas a decir tú a mí que...?" "Mucho cuidadito conmigo, te lo advierto..." "No te pases un pelo, nuncio..." "Después no os quejéis si..." ¡Cómo plugo al populacho este arranque de valentía! Ignoraban que era fuego de artificio. Un paso más en la fabricación del personaje que Rodríguez quiere ser de mayor.

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