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José Manuel Yáñez

Buscando imbéciles

Es curioso que hable de imbecilidad aquél que demostró su alelamiento a la hora de frenar en seco la corrupción y la vulneración del Estado de Derecho

Y encontrándolos. Imbécil: del latín imbecilis. Alelado, escaso de razón. Flaco, débil. Diccionario de la lengua española, RAE, vigésimo primera edición, 1992. Me llamó mucho la atención que el ex presidente González se permitiera el lujo de llamar imbécil a Mariano Rajoy en un remedo de la necia afirmación realizada por el colectivo de estómagos agradecidos y palmeros que extendieron el calificativo nada más y nada menos que a todos los millones de españoles que no piensan como ellos. Me llamó la atención que alguien que no comparte en absoluto, lo tiene escrito, la desestructuración del Estado perpetrada por Cejas y la negociación política con los "hombres de paz" recientemente revelada, revele su falta de fósforo apoyando abruptamente a quien detesta y sirviéndose del trazo grueso pensando que todos somos débiles de pensamiento.

Hay que ser o estar muy alelado para no darse cuenta de que la ciudadanía no es imbécil y que jalear con notable imbecilidad de palabra y pensamiento el pensamiento débil del actual presidente del Gobierno tiene consecuencias nefastas para la sociedad. No es posible que se pueda ser tan bobo como para no darse cuenta de que con esos calificativos, presuntamente destinados a estimular a los mas progres-regres que están alelados y no piensan ir a votar, lo que se consigue es una suerte de comportamiento social mentecato entre esos pequeños grupos de nazis de extrema izquierda, que están intentando y consiguiendo reventar cualquier intento de expresar pensamientos en la casa del pensamiento pleno de fósforo, esto es, la universidad.

Es curioso que hable de imbecilidad aquél que demostró su alelamiento a la hora de frenar en seco la corrupción y la vulneración del Estado de Derecho. ¿O no era torpeza sino la expresión de la flaqueza del ideario supuestamente de progreso?

Resulta paradójico que se apele a la supuesta imbecilidad del otro cuando se sostienen en público afirmaciones tan lelas como que no vivimos un periodo de frenazo y marcha atrás en economía, que crecen el paro y los precios pero que estos hechos no van a afectar a los trabajadores (¿?) o que la alternativa a los que sostienen que la nación es un concepto discutido y discutible (Z en estado puro) es derecha extrema, esto es y en español, extrema derecha. Hace falta ser un imbécil redomado para tragarse todos estos purgantes y además sonreír y creer en definitiva a quien ha patrocinado la legislatura mas mentecata de la historia reciente de España.

Pero también resulta sorprendente que los aludidos reaccionen con tibieza y solo se limiten a lamerse las heridas en público apelando a su buena capacidad de encaje y a que la "niña moña" de Rajoy está a punto de llegar al paraíso prometido.

Faltan pocas fechas para que la masa tratada como si fuera algo amorfo e imbécil, acudamos a las urnas a expresar nuestras preferencias por las ideas y consignas bobas de cada cual. Es el momento preciso para decirles a las dos fuerzas hegemónicas que dejen de tomarnos el pelo y de refocilar en la misma pocilga. Es el momento de votar con la convicción de que por mucho que nos traten como necios, tenemos la claridad de ideas suficiente como para dar un golpe encima de la mesa y tratar de acabar con el statu quo dominante. Hay muchas opciones a las que votar y mucho marketing electoral que derrotar. En nuestras manos está derrotar al club de los imbéciles y sentar las bases que permitan construir un nuevo sistema político y social.

El sistema que tenemos sinceramente está agotado y es urgente que lo asumamos y empecemos a trabajar para cambiarlo, a saber: efectiva separación de poderes; reforma de la ley electoral que impida que estemos en manos de los nacionalismos periféricos; listas abiertas; fin a las subvenciones en el mundo de la cultura; bilingüismo voluntario en Cataluña, País Vasco, Galicia, Valencia, Baleares y Navarra; las competencias de educación en manos del gobierno de España; igualdad de derechos y obligaciones en todo el territorio; liberalización de los sectores oligopólicos de la economía; relaciones con la administración tributaria basadas en el principio de la presunción de inocencia del contribuyente; reducción drástica del tamaño de las administraciones públicas, estatal, autonómicas y locales para poner fin al carácter confiscatorio del régimen fiscal que esquilma los bolsillos de al menos el 60% de la población; no negociación política con terroristas; fin de los ejercicios de ingeniería social tales como Educación para la Ciudadanía y un largo etcétera de memeces perpetradas por el Gobierno actual y sostenidas en parte por la necesaria colaboración estúpida de los aspirantes al relevo.

Conclusión: hace falta otra política, liberal a ser posible, o nos estaremos tropezando con necios a cada paso durante 4 años más. El que busca, encuentra. Imbéciles, por supuesto.

En España

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