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Jeff Jacoby

El arquitecto de la derecha moderna

Representó a una derecha que era divertida, fresca y felizmente realista. ¿Cuántos intelectuales norteamericanos influyentes han destinado alguna vez una columna a cantar las alabanzas de la mantequilla de cacahuete?

Durante estas semanas se han dedicado una catarata de palabras a William F. Buckley Jr., fallecido recientemente a los 82 años de edad.

Sería difícil exagerar el impacto que tuvo Buckley sobre el pensamiento y la política norteamericana en el siglo XX. El hombre que fundó National Review en 1955 y once años más tarde estrenó Firing Line –el programa de debate sobre asuntos públicos de mayor duración en la historia de la televisión– es considerado con acierto como el padre del conservadurismo moderno. De no haber existido ningún Buckley, probablemente no habría habido ninguna administración Reagan, ni Morning in America, ni "Eche abajo este muro", ni tampoco el triunfo de la libertad y Occidente en la Guerra Fría.

En ocasiones puede parecer confuso qué defiende exactamente la derecha en estos tiempos de tantas luchas internas entre liberales, neoconservadores, paleoconservadores y similares. Pero más que nadie, Buckley dejó claro que hay cosas que no iba a representar. "Su primer gran logro", informaba en el 2004 el Dallas Morning News, "fue purgar a la derecha americana de chiflados. Marginó a los antisemitas, los John Birch, los nativistas y similares". En su lugar, empezando en los años 50, despejó el camino a la construcción de una derecha de optimismo, progreso y buen humor. Y por encima de todo, de ideas: ideas sobre gobierno limitado y libertad individual, sobre las bendiciones del mercado y la mortalidad del comunismo, sobre la importancia de la religión y de asegurar la paz mediante la fuerza.

Pero no fueron las ideas de Buckley por sí solas las que lo hicieron tan influyente. También fue su estilo: divertido, imperturbable, incontenible, atractivo, gracioso. Podía resultar implacable al pomposo, pero era reconocido por su amplio abanico de amistades. "Inspiró e incitó a tres generaciones de conservadores, y contando", escribió el día de su muerte su sucesor en el National Review al saber de su fallecimiento. No lo hizo sólo a través de la fuerza de sus ideas y de un sorprendente talento para exponerlas, sino también representando una derecha que era divertida, fresca y felizmente realista. ¿Cuántos intelectuales norteamericanos influyentes han destinado alguna vez una columna a cantar las alabanzas de la mantequilla de cacahuete?

En 1999, Buckley fue entrevistado por Ted Koppel en Nightline. “Señor Buckley, nos quedan 10 segundos – dijo al final Koppel – ¿Podría hacer un resumen en 10 segundos?" Buckley contestó simplemente: “No”. En estos días, a nadie le ha resultado sencillo resumir la extraordinaria herencia de Bill Buckley. Su aportación fue tan prodigiosa y su alcance tan inmenso que rutinariamente nos hacía sentir al resto "desesperados vagos”, como escribí en una columna hace cuatro años. La aportación de Buckley, capaz de cambiar el giro de los acontecimientos, ha llegado a su final. Su vida y la labor de su vida seguirán siendo recordadas durante muchos años.

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