Menú
Jeff Jacoby

Me obligan a defender a los Clinton

Nadie merece ser víctima de una difamación de esta clase. Ni siquiera los políticos a los que tantos de nosotros nos encanta detestar.

La política, dicen, no es un juego de niños. Se han lanzado acusaciones injustas al calor de campañas presidenciales desde que las campañas presidenciales son acaloradas. En 1796, registra el historiador Paul Boller en su fabulosa historia de las elecciones presidenciales, John Adams fue denunciado por los partidarios de Thomas Jefferson como "un amigo incondicional de la monarquía", que pretendía convertir a sus hijos en "Lores de este país”. Los seguidores federalistas de Adams llamaban a Jefferson "un franco-maniaco" al que apoyaban "asesinos que caminan con harapos y duermen entre la inmundicia y los microbios”. La campaña de este año no ha generado, al menos de momento, ninguna acusación de monarquismo secreto o francomanía. Las mentiras y golpes bajos, sin embargo, no han brillado por su ausencia.

El ejemplo más reciente comenzó cuando el general de las Fuerzas Aéreas Merrill McPeak, consejero militar de Barack Obama, utilizó el apellido que empieza por M y la disparó contra el ex presidente Bill Clinton. "Ibaa la universidad cuando Joe McCarthy acusaba a buenos americanos de ser traidores – dijo McPeak –, de manera que ya he tenido bastante". ¿Que había hecho Clinton para ganarse una reprimenda tan contundente? Decir ante un grupo de veteranos en Charlotte (Carolina del Norte) que "sería algo estupendo si tuviéramos unas elecciones entre dos candidatos" –refiriéndose a su esposa y al republicano John McCain– "que amaran a este país y estuvieran dedicados a los intereses del país."

Eso, acusaba McPeak, era un ataque al patriotismo de Obama. "Me entristece ver que un presidente emplea este tipo de tácticas. De todas las personas, él es quien mejor debería saber que esto no se hace". Pero en realidad es McPeak quien debería saber que no se debe retorcer una frase fuera de su inofensivo contexto y darle una orientación que su orador nunca pretendió.

Especificaré que el historial de Bill Clinton está lleno de ofensas políticas y otro tipo de táctica sucias, como han documentado muchas de estas columnas. Pero esta es una acusación que no se merece.

El comentario de Clinton vino en medio de unas declaraciones que nada tenían que ver con Obama. Había estado debatiendo sobre las aptitudes de su esposa, e imaginando como serían las elecciones de este noviembre con McCain y ella como contendientes. "No será fácil", dijo, calificando a McCain de "hombre honorable" que "ha pagado el precio más alto que se puede pagar por los Estados Unidos a excepción de dar tu vida". Pese a que Hillary y McCain "tienen enormes discrepancias" en algunos asuntos, continuaba, han trabajado juntos en otras, y "ese es el tipo de liderazgo que necesita el país”.

Fue entonces cuando observó que sería estupendo tener unas elecciones entre dos personas así, "que amaran a este país y estuvieran dedicadas a los intereses del país... en lugar de todos estos otros asuntos que siempre parecen introducirse en nuestra política". Vea el video de los comentarios de Clinton; no existe ninguna manera de interpretar sus palabras cómo un ataque contra Obama, y mucho menos como un golpe bajo macartista a su patriotismo. 

A comienzos de este mes, periodistas y tertulianos sacaron petróleo de la respuesta de Hillary Clinton cuando fue preguntada en 60 Minutes si pensaba que Obama era musulmán. "No – contestó – no hay nada que sustente esa afirmación, hasta donde yo sé". Esas cuatro palabras –"hasta donde yo sé"– fueron explotadas y denunciadas ampliamente en los medios como la astuta alimentación de un rumor falso sobre la religión de Obama. Fue condenado como "uno de los momentos más rastreros de la campaña hasta la fecha", como una "vergonzosa" insinuación, como "juego sucio" como insinuación que es "brillantemente maquiavélica" y "positivamente nixoniana”. 

Pero tampoco nadie que vea la entrevista completa puede creerse que Clinton estuviera señalando soterradamente de alguna manera que Obama fuera musulmán. De hecho, si hubo alguien que lo hizo, ese alguien fue Steve Kroft, de la CBS, el entrevistador de 60 Minutes, que presionó con el asunto no una ("¿Cree usted que el senador Obama es musulmán?"), ni dos ("¿Cree usted en la palabra del senador Obama cuando afirma no ser musulmán?"), sino tres veces ("¿Cree usted que es musulmán?"). Hillary, frustrada por la negativa de Kroft a dejar a un lado el asunto, negó claramente el rumor no una ("Por supuesto que no"), ni dos ("No hay nada que sustente eso"), ni tres ("Creo en lo que dice, y no hay ningún motivo para dudar de eso"), sino al menos cuatro veces ("No, no hay nada que sustente esa afirmación, hasta donde yo sé”). 

La misma tecnología que hace más fácil que nunca hacer acusaciones infundadas facilita también refutarlas de manera convincente. Una calumnia no es cierta simplemente porque se haya informado de ella, y nadie merece ser víctima de una difamación de esta clase. Ni siquiera los políticos a los que tantos de nosotros nos encanta detestar.

En Internacional

    0
    comentarios