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Carlos Semprún Maura

La calle en las aulas

Las gestiones han dado un resultado positivo y me han declarado con vida. No estoy seguro de que sea una buena noticia para todo el mundo, pero qué le vamos a hacer, así es: sigo vivo, puesto que lo ha dicho el consulado.

El martes pensaba ir al consulado para que me certificaran oficialmente que estaba vivo, pero temí que la manifestación de los sindicatos estudiantiles, apoyados y dirigidos por los sindicatos de profesores, interrumpiera el tráfico, cosa que hacen con frecuencia, de modo que aplacé la visita. Pero aún así las gestiones han dado un resultado positivo y me han declarado con vida. No estoy seguro de que sea una buena noticia para todo el mundo, pero qué le vamos a hacer, así es: sigo vivo, puesto que lo ha dicho el consulado.

Evidentemente, estas reiteradas manifestaciones –ya hubo dos hace unos días, y están programadas otras dos para el próximo mes de mayo– son fundamentalmente políticas. El pretexto de la supresión de unos 8.000 puestos de trabajo en el sector educativo de aquí a fin de año es bueno, porque permite manifestarse bajo una bandera relativamente popular, aunque en realidad lo hagan a favor de objetivos que nada tienen que ver con esto, ya que únicamente se trata de ir en contra del Gobierno y el presidente Sarkozy. Los sindicatos de profesores, de estudiantes y de alumnos son de izquierdas, dominados por el PS –con algún dinosaurio comunista–, con cierta influencia izquierdista y trotskista entre los más jóvenes.

Como los estudiantes han demostrado, desde hace cuatro o cinco años (¡y antes!), una gran capacidad de movilización que últimamente no demuestran los sindicatos obreros –como se vio con el fallido intento de oponerse en la calle a la supresión de los "regímenes especiales" de las pensiones–, es lógico que la oposición de izquierdas utilice esta baza y lance los chavales a la calle para fastidiar al Gobierno.

Lógico, pero criminal, porque toda la enseñanza en Francia, desde la escuela primaria a la Universidad, es una casa no ya vacía, sino podrida. Yo, sinceramente, no puedo afirmar que la reforma de los Liceos propuesta por el ministro Xavier Darcos sea la buena, después de tantas otras que no lo fueron, pero lo que sí sé es que cuando verdaderos semianalfabetos obtienen el bachillerato algo hay podrido en el Reino de Dinamarca. Y esto sin entrar siquiera en el contenido de la enseñanza, que justifica el terrorismo por ser la "única arma de los pobres", el antisemitismo y el buenismo progre.

La necesidad de la reforma es evidente, pero, claro, depende de qué tipo de reforma se trata. Una vez más, la oposición de izquierdas y el prepotente PS se muestran incapaces de decir que esta reforma es mala, insuficiente o coja y que proponen otra, poniéndose a luchar, en el Parlamento y en la calle, por ella. Nada de eso; se limitan a oponerse sistemáticamente a todo.

El triunfo por mayoría absoluta de Silvio Berlusconi en Italia ha dejado pasmados a los medios galos, casi todos de izquierda. Il Cavaliere no es santo de mi devoción, pero que haya perdido ese cursi oportunista, estalinista hasta ayer por la tarde, llamado Walter Veltroni, me encanta.

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