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La tensión crece

Clinton no sólo expone vulnerabilidades procedentes del pasado de Obama que McCain explotaría en su momento de forma más implacable, sino que está destapando una cierta endeblez en el senador por Illinois

Clinton ganó el martes 22 en Pennsylvania por la mitad de sus expectativas y el doble de las de Obama. Por composición social era un estado muy suyo y su campaña se inició seis semanas antes, tras las elecciones precedentes que insuflaron un soplo de vida a sus languidecientes posibilidades –por encima de 20 puntos porcentuales de diferencia–, pero se quedó a unas décimas de 10, es decir, 55-45. Obama se empleó a fondo en tiempo, esfuerzos y caudales para reducir esa ventaja al mínimo y pocos días antes del acontecimiento parecía estar lográndolo, habiéndola troceado a tan sólo entre el 4 y el 6 por ciento. Pero los votantes que se decidieron a última hora le dieron el empujón final a Hillary. Por razones de aritmética mágica la masa de comentaristas había colocado la supervivencia de la senadora en dos dígitos, 10 como mínimo absoluto. A regañadientes han dado por bueno el 9 y algo. Los estrategas de Clinton se habían adelantado proclamando que ante todo ganar es ganar. Sin importar el margen, estaban dispuestos a seguir si quedaban por delante.

El dinero es vida y su victoria ha proporcionado a las arcas de Hillary la increíble cantidad de 10 millones de dólares en tres o cuatro días. Apenas lo suficiente para enjugar deudas, y muy lejos del botín de 42 millones de dólares que atesora Obama. Uno de los signos tangibles de las dificultades que acosan a la antigua primera dama es que más de setenta de sus grandes donantes han cambiado de bando. Su campaña preferirá no tocar las deudas e invertir el dinero fresco en la siguiente etapa, el martes 6 de mayo, tan decisiva como la que acaba de superar, pues todas lo son cuando se tiene el agua al cuello. Su lucha es por invertir tendencias, como Obama en Pennsylvania. El candidato de color parte en Carolina del Norte con una ventaja de al menos 15 puntos y en torno a 3 en Indiana. Para seguir tirando, la senadora tiene que situar la diferencia por debajo de 10 en la primera, y ganar por algo en la segunda.

Pennsylvania ha sido importante, por cuanto permite a Hillary seguir. En cuanto a votos comprometidos casi nada ha cambiado, pero en la suma de votos populares Hillary se ha puesto un poco por delante de su rival, si se cuentan los de Michigan y Florida, eliminadas de la convención demócrata por violar las fechas de sus primarias. Argumento discutido y discutible, pero todo el juego consiste en dar motivos a los superdelegados para que voten en contra de la mayoría relativa de delegados comprometidos con la que inexorablemente Obama llegará al cónclave de Denver a finales de agosto.

El nerviosismo que esta situación provoca en el partido ha subido varios enteros en esta semana, así como el grado de acidez de la campaña, mientras que la imagen de Hillary desciende hacia el abismo entre sus correligionarios. Es un precio que parece dispuesta a pagar y seguir pagando a cambio de, a su vez, corroer las posibilidades de su competidor en las presidenciales, tarea en la que no deja de cosechar éxitos. No sólo expone vulnerabilidades procedentes del pasado del candidato de color que McCain explotaría en su momento de forma más implacable, sino que está destapando una cierta endeblez en el senador por Illinois, que rehúye el cuerpo a cuerpo, se siente incómodo en los enfrentamientos personales en los debates, que de hecho ha dado por concluidos en esta fase de las primarias. Clinton la exasperante inescrupulosa es también la dama de hierro, infatigable batalladora, cualidad siempre admirada en la competitiva cultura americana y muy necesaria para el enfrentamiento con el adalid republicano.

Los comentaristas encandilados con el hombre del cambio y la esperanza, la mayoría de la gran prensa, indefectiblemente izquierdista, han llegado a un punto de enervamiento que les lleva al sarcasmo y el abierto insulto contra el que en otras circunstancias hubiera sido su inmarcesible ídolo. Y algunos hablan abiertamente, como se analizaba la pasada semana, de que Hillary apuesta por que el partido pierda para conservar intactas sus posibilidades en el 2012.

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