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José María Marco

Obamanía popular

Quien acepta jugar en el campo que le marca el adversario, en vez de marcar el suyo propio, acaba siempre en manos del rival.

Fraga fue el primero y hubo quien lo atribuyó a desvarío de la edad. Pero no, no era eso. Es toda una tendencia a la que también se ha apuntado Esteban González Pons, el del tiovivo y las amenazas a los católicos. Se trata de la obamanía popular, tan viva en el PP como en Estados Unidos y al parecer casi tanto como en el PSOE, donde se espera que con el demócrata en la Casa Blanca se les perdonen sus muchos pecados de antiamericanismo.

Ahora bien, ¿qué pecados tiene que pagar el PP?

Si el cálculo va por ahí, supone una nueva vuelta de tuerca en la revisión del ya maltrecho legado de Aznar, además de una confesión en toda regla. El cálculo, en tal caso, sería que en el PP se da por ganador a Obama, probablemente con ocho años por delante. Así que al nuevo PP no le queda otro remedio que halagar al futuro vencedor con la esperanza, ellos también, de que sus pecados les sean perdonados por el futuro presidente de Estados Unidos. Otros países europeos, en particular los muchos que gobierna la derecha, han restaurado sus relaciones con Estados Unidos sin necesidad de cantar las alabanzas de nadie. Hay sentido del Estado y cierta conciencia de la dignidad. Aquí estamos en otro nivel, táctico y de ajustes internos.

El furor obamaníaco tiene algo de lapsus. Fraga y González Pons no parecen estar muy al tanto de lo que Obama significa en la realidad norteamericana. Se imaginan, como muchos votantes norteamericanos y aún más europeos, que Obama encarna un cambio, una renovación. A lo mejor desconocen que se ha hecho con el título de campeón de ese cambio desplazando las posiciones del Partido Demócrata hacia la izquierda, apoyado por una militancia que cree estar viviendo –o está viviendo de verdad, ¿quién sabe?– un revival de los años 70.

Decir que se respalda a Obama no equivale a respaldar una opción de centro reformista en contra de los ultras republicanos encarnados por... McCain. Es prestar su apoyo a una opción radical –por lo menos hasta ahora–, tanto como lo puede ser en España Rodríguez Zapatero. El nuevo socialismo ha desplazado tanto el centro hacia la izquierda que la derecha, en busca de nuevas posiciones de centro, se ha puesto a hablar en lenguaje izquierdista. ¿Será esta una buena forma de ganar votos? Lo dudo. Primero, porque en su camino hacia un lugar en el sol de la izquierda, el nuevo PP se dejará atrás a mucha gente que ya no está dispuesta a seguir ese camino. Y después, porque quien acepta jugar en el campo que le marca el adversario, en vez de marcar el suyo propio, acaba siempre en manos del rival. Mientras tanto, ¡viva Obama!

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