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Joan Valls

El 11M y Mbañé

Dos misiones y dos detenciones: la del etarra Irkus Badillo Borde el 28 de febrero de 2004 en Cañaveras y la del mercenario Simon Mann en Harare, Zimbabue, el 9 de marzo del mismo año. Dos señuelos diseñados, quizá, para atraer la misma mirada.

Dos viajes y acaso un mismo objetivo. Dos misiones y dos detenciones: la del etarra Irkus Badillo Borde el 28 de febrero de 2004 en Cañaveras y la del mercenario Simon Mann en Harare, Zimbabue, el 9 de marzo del mismo año. Dos señuelos diseñados, quizá, para atraer la misma mirada.

Pero retrocedamos primero al 16 de febrero de 2004, cuando Carlos Ruiz Miguel, catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad de Santiago de Compostela, publicaba en el Real Instituto Elcano un ensayo titulado El difícil acercamiento de España a Guinea Ecuatorial. Poco menos de un mes separaba su publicación de la matanza del 11M. El documento se centraba en el nuevo escenario de Guinea Ecuatorial y en el conflicto de España con Francia en la zona, sobre todo alrededor de la isla ecuatoguineana de Mbañé, en disputa con Gabón:

En este momento, los intereses españoles y guineanos tienen más elementos de confluencia que nunca. En primer lugar, se ha interpretado que el conflicto sobre Mbañé no es sólo un conflicto entre Gabón y Guinea Ecuatorial, sino un conflicto entre Elf (petrolera francesa que controla Gabón, cuyas reservas petrolíferas están agotándose) y las empresas petrolíferas norteamericanas (que controlan las crecientes reservas petrolíferas ecuatoguineanas). En este contexto, la relación de España con EEUU contribuye a un acercamiento objetivo de las posturas española y ecuatoguineana. Pero además, en segundo lugar, resulta que la disputa ha sido sometida a un arbitraje internacional por Kofi Annan, secretario general de la ONU, que ha encomendado al abogado canadiense Yves Fortier la resolución del caso. Pues bien, ocurre que los documentos clave para determinar que el islote es ecuatoguineano (...) están en poder de España. Es más, la ministra de Exteriores española Ana Palacio, en su visita al país africano en noviembre de 2003, dejó hondamente preocupado al Quai d’Orsay al decir que España tiene documentos que prueban la soberanía española del islote antes de la independencia.

A mediados de enero de 2004, España se disponía a enviar dos buques de guerra en "visita de cortesía" a las aguas de Guinea Ecuatorial. El 1 de febrero, una escueta nota de El Mundo informaba de que el Gobierno aplazaba el envío de los dos buques de guerra a Guinea para evitar "malos entendidos". El motivo del aplazamiento, según la Oficina de Información Diplomática, se debía a los "aparentes malos entendidos surgidos entre algunos partidos políticos de la oposición ecuatoguineana y en medios de comunicación españoles". El 7 de marzo, La Razón publicaba un artículo titulado "Guinea-Gabón: la guerra Total ¿Por qué España mandó a la Armada en "visita de cortesía" a nuestra antigua provincia?", del que cabe destacar el siguiente párrafo:

La visita de cortesía de dos buques de combate de la Armada tiene poco de visita y nada de cortesía. Su misión era la de demostrar al Gobierno gabonés que España no admite que se cuestione la integridad territorial de Guinea Ecuatorial. Ahora, sustituyan el nombre de nuestra antigua provincia por el de la petrolera estadounidense Exxon Mobile, y en vez de Gabón pongan a la francesa Total Elf.

El 10 de marzo de 2004, a pocas horas de la matanza, El Mundo.es titulaba en portada: "Zimbabue acusa al espionaje de España, Reino Unido y EEUU de alentar un golpe en Guinea". Logo Logistics, una empresa británica de seguridad, fue acusada por el régimen de Mugabe de estar involucrada en un intento de golpe de Estado contra Teodoro Obiang, con Simon Mann a la cabeza y abortado en la capital de Zimbabue. Pero esta historia carece de sentido. El golfo de Guinea concentra entre el 5 y el 10% de las reservas mundiales de petróleo. Para llevar a cabo una acción de esta envergadura con posibilidades de éxito, una empresa de seguridad no podía actuar por su cuenta sin el visto bueno del Gobierno británico, aliado directo en aquel momento de España y Estados Unidos, quienes, como se ha apuntado, defendían a Obiang del acoso de Francia por medio de Gabón. Lo ocurrido en Harare, además, es tan poco creíble, que El Mundo publicó una crónica en julio de 2004 titulada "El golpe chapuza de Fuenlabrada", en la que se describen los innumerables errores cometidos en una operación de esa envergadura, con Simon Mann ejerciendo el papel estelar de pringado.

La chapuza descrita por la crónica de El Mundo huele a lo mismo que la furgoneta de Cañaveras: a señuelo para el Gobierno de Aznar. Un golpe de Estado contra Obiang parecía absurdo, pues era el mejor garante de los intereses petrolíferos de Estados Unidos y España. De hecho, sus peores enemigos estarían entonces en Francia y Gabón y, en menor medida, en Marruecos, cuya guardia presidencial ya había sido desalojada de Malabo en beneficio de MPRI, una empresa norteamericana de seguridad. La escenificación del descubrimiento de la intentona golpista en el aeropuerto de Harare tiene todo el aspecto de ser una operación de inteligencia diseñada en otros estados con el fin de dejar vendidos a sus protagonistas, mercenarios de medio pelo. Una estrategia brillante y sin riesgos, pues sería el racista anti blanco Mugabe quien montaría el circo de acusaciones contra España, Reino Unido y Estados Unidos. Una jugada maestra, ya que, por un lado, endurecería el mensaje para el electorado español y presentaría a Aznar como un imperialista sediento de petróleo, con las inevitables asociaciones al oro negro de Irak. Pero, sobre todo, desconcertaría al Gobierno español con un nuevo frente totalmente inesperado en vísperas de ser sacrificado por un acuerdo de grandes dimensiones.

Poco después de la matanza del 11M, los dos partidos en disposición de ganar las elecciones comienzan a moverse. Los señuelos Badillo y Mann parecen haber calado hondo en el imaginario del Gobierno, que muerde el anzuelo. Probablemente, desde el extranjero, o desde algunas embajadas, se le asegura que la autoría corresponde a una ETA manejada por una potencia extranjera, porque la clave de toda la trama estaba en que el Ejecutivo no apostara desde el principio por una autoría islamista, sino por terrorismo doméstico en joint venture, a lo sumo, con elementos islamistas. Para cuando se ha dado cuenta de la cruda realidad, ya es tarde. A partir del momento en el que se asume como pieza intercambiada, el Gobierno ya sólo ve una salida: pactar y asumir la pérdida del poder o, dicho en otras palabras, dar a luz a la versión oficial. Aznar lo certifica poco después con su famosa no-respuesta sobre la autoría: "quienes lo planificaron no se esconden en desiertos lejanos, ni en montañas remotas, no diré más."

La incursión en patios traseros ajenos nunca ha sido bien recibida. Lo vimos en la Cuba de los misiles con la URSS. Lo acabamos de ver en Georgia con Estados Unidos. Y lo vimos en nosotros mismos, ennuestro intentopor dejar de ser un patio particular. Luego, todo volvió a la calma. Nuevo estatus norteamericano para la francofonía africana, Gobierno pro galo en España y retorno de Francia a la estructura militar de la OTAN.

En España

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