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Juan Carlos Girauta

¿Por qué alimentar a los de la "puta España"?

No se trata de que el PP no pueda pisar según qué lugares; puede acudir a donde le plazca. Pero del mismo modo que no se presentaría a avalar el lanzamiento de cabras desde un campanario, tampoco debería seguir alimentando esta cansina farsa.

Avanzando en su degradación, lo que ya parecía difícil, esta Diada ha visto reventar los actos a un puñadito de radicales freakies, antitaurinos y despistados. Ellos saben que, marraneando unas horas con el "puta España", van a ser enfocados por las cámaras y, con suerte, salir en la portada de un diario con las fauces desplegadas y mirando muy fijo, llenos de ira, advirtiendo al mundo. Arrastran frustración y aburrimiento. Pero cada vez son menos. Su representatividad queda oscuramente clara cuando, una tras otra, todas las comitivas de todos los partidos parlamentarios son insultadas.

Unas más que otras, naturalmente. No me vayan a comparar ustedes a unos meros botiflers (clásica acusación contra todo lo que se mueva) con Ben Laden, que, como saben, es la imagen con que los más cultos independentistas catalanes identifican al PP. Pero el caso es que todos reciben. Curiosamente, a veces el que recibe sonríe complacido. Y no me refiero a la terrible trama de Al Qaeda que, a ojos de los historiadores oficiales de la Generalidad, gestiona Sánchez Camacho, sino a ex terroristas de verdad.

El monumento que concentra tanta injuria no es lo que la mayoría cree, la comprometida pieza largamente confinada en un sótano, sino una de las estatuas de personajes catalanes que jalonaban el paseo antes llamado Salón de Víctor Pradera. Lo de 1700-1714 tampoco es lo que suponen, una guerra de secesión, sino una guerra de sucesión. A la corona de España. Casanova tampoco es quien les han contado, un mártir, sino el conseller en cap que, herido, falsificó su certificado de defunción, huyó disfrazado de fraile, fue pronto perdonado por Felipe V y ejerció la abogacía tranquilamente hasta que murió de viejo. De hecho, nada es lo que parece. Pero, ¿a quién le importa?

Insistir en la ofrenda floral equivale a regalar atención y portadas al menguante grupo de la "puta España" y suscribir infumables mentiras históricas. ¿Por qué no dejarles a solas con su ira y su ignorancia? Para celebrar la fiesta institucional ya están los actos del Parque de la Ciudadela. No acabo de entender tanto masoquismo. No se trata de que el PP no pueda pisar según qué lugares; puede acudir a donde le plazca. Pero del mismo modo que no se presentaría a avalar el lanzamiento de cabras desde un campanario, tampoco debería seguir alimentando esta cansina farsa. Piqué lo entendió, fíjate tú.

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