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George Will

McCain, sin opciones

Puede ser lógico que McCain prescinda de la cautela y de miles de millones de los americanos. Obama va por delante en tantos Estados en los que ganó el Presidente Bush en 2004 que no es estrafalario pensar que gane al menos 350 de los 538 compromisarios.

Cuando el entrenador de los Baltimore Orioles era Earl Weaver, un tipo menudo, napoleónico e irascible y se irritaba (algo bastante frecuente) berreaba al árbitro "¿Sabes hacerlo mejor, o eso es todo lo que da de sí la cosa?". Con un único debate más, esa es la pregunta que cabe lanzar a la campaña de John McCain.

McCain lleva diez años intentando alcanzar la Casa Blanca y encuentra irritante que Barack Obama vaya ganando la primera campaña seria que ha protagonizado contra un republicano. Antes de la noche del martes, la irritación estaba dando pábulo a lo que podría ser el alegato final de la campaña McCain-Palin: no es tanto que Obama tenga malas ideas sino que Obama es una mala persona.

Esto, dicen McCain y su Sancho Panza femenino, queda plasmado en las relaciones poco recomendables que Obama tuvo en Chicago, como por ejemplo el terrorista William Ayers. Pero las acusaciones McCain-Palin llegan justo cuando Obama se está beneficiando de una campaña masiva por correo que le está saliendo gratis. Muchos millones de hogares estadounidenses están abriendo con preocupación los sobres que contienen las circulares de las pérdidas trimestrales en sus planes de ahorro donde se informa a cada hogar de su porción en las pérdidas de casi dos billones que se han evaporado recientemente con la crisis. En este contexto, la tentativa de la campaña McCain-Palin por centrar la atención de los estadounidenses en las relaciones de Obama en Chicago parece surrealista. O, como dijo una vez un político británico sobre las críticas de las que estaba siendo objeto, "es como que enfrentarse a alguien invisible".

Obama observaba recientemente –para atormentar y provocar a los conservadores quizá– que la retórica de McCain acerca de "la avaricia" y "la cultura de casino" de Wall Street equivalía a "hablar igual que Jesse Jackson". Qué divertido: un político afroamericano de Chicago distanciándose de otro político afroamericano de Chicago asociándolo a McCain.

Tras sus exitosas elecciones al Congreso de 2006, los demócratas anticipaban que 2008 traería unas segundas elecciones en las que un caótico Irak ocuparía el centro de la atención en la mente de los votantes. Hoy se alegran de que eso no haya sucedido. El éxito del incremento en Irak, del que McCain reclama parte del mérito con toda razón, es la razón de que la política exterior haya retrocedido como preocupación seria de los electores, difuminando al mismo tiempo la materia en la que McCain se siente más cómodo y que supone la mayor vulnerabilidad de Obama.

La noche del martes, buscando el tirón en el hostil terreno económico, McCain decía que los 700.000 millones de dólares del plan de rescate –quizá sean 800.000 millones de dólares o más; uno pierde la pista de este objetivo tan esquivo– es muy poco. Él propone varios cientos de miles de millones más para su Plan de Recuperación de la Propiedad Americana. Con este plan, el Gobierno compraría las hipotecas que los titulares no pueden pagar (más bien, debería decir, de los que no quieran hacerlo) y las reemplazaría con hipotecas más baratas. Ante esta propuesta, los conservadores que participaban en el "grupo representativo" de la MSNBC apretaron sus botones en un grito de desaprobación que desgarró sus ligamentos.

Aun así, puede ser lógico que McCain prescinda de la cautela y de miles de millones de los americanos. Obama va por delante en tantos Estados en los que ganó el Presidente Bush en 2004 (incluyendo Florida, Carolina del Norte, Virginia, Ohio, Indiana, Iowa, Colorado y Nuevo México) que no es estrafalario pensar que pueda ganar al menos 350 de los 538 compromisarios.

Si eso parece sorprendente es solamente porque las elecciones de 2000 y 2004 se ganaron con 271 y 286 compromisarios, respectivamente. En las 25 elecciones entre 1900 y 1996, los ganadores obtuvieron una media de 402,6. Esto, incluso a pesar de que las elecciones de 1900 y 1904 (antes de que Arizona, Nuevo México y Oklahoma fueran Estados y antes de que el tamaño de la Cámara se fijara en 435 miembros en 1911) distribuyeron solamente 447 y 476 compromisarios, respectivamente. Las 12 elecciones de 1912 hasta 1956, antes de que Alaska y Hawai fueran Estados, distribuyeron solamente 531.

En las 25 elecciones del siglo XX, sólo tres candidatos ganaron con menos de 300. McKinley, con 292 en 1900; Wilson, con 277 en 1916; y Carter, con 297 en 1976. El Presidente Harry Truman obtuvo 303 en 1948 a pesar incluso de que la candidatura de la formación del disidente demócrata de Strom Thurmond obtuvo 39 que de lo contrario habrían ido a Truman. Después de que John Kennedy ganara en 1960 con sólo 303, el total ganador promedio de las próximas nueve elecciones hasta 2000 fue de 421,4.

En 1987, en la víspera de la tercera victoria de la primera ministra Margaret Thatcher, el secretario de su Partido Conservador decía a un columnista: "Algún día, el laborismo ganará unas elecciones. Nuestra labor consiste en hacernos cargo hasta que recuperen la cordura". A los republicanos, ganadores de siete de las 10 últimas elecciones presidenciales, les debería quedar el consuelo de que se han hecho cargo la mayoría del tiempo.

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