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Sarkozy en la OTAN, ¿y Obama?

No sería poca paradoja que los vecinos del Norte hayan olido que había una vacante en el liderazgo de Occidente y estén a punto de cubrirla. Pero, aunque sólo sea un síntoma, el aparente desapego americano es preocupante.

En un discurso en París ante la Fundación para la Investigación Estratégica, Nicolas Sarkozy ha confirmado el secreto a voces de la reintegración de Francia en el mando militar de la OTAN. Ello implica la reincorporación de Francia en dos comités militares: el de planes de defensa –de valor estratégico– y el grupo de planes nucleares. Más allá de esto, y de la recuperación de puestos dirigentes para los militares franceses, tiene el valor simbólico de reconocer a uno de los países que más contribuye en soldados y dinero a la Alianza. La medida se hará efectiva en la próxima cumbre de Estrasburgo y Kehl a primeros de abril en la que se conmemora el 60º aniversario de la Alianza.

Desde la perspectiva puramente francesa, Sarkozy demuestra valor al revocar una decisión del general de Gaulle de 1966 en la que pretendía reforzar el contrapeso de Francia en plena guerra fría. Encuentra rechazo en todos los partidos, desde el inexistente socialista hasta Villepin –el ex ministro de exteriores que se llevó el premio a la demagogia durante la crisis de Irak, que sigue por ahí– y Juppé en sus propias filas.

Mientras tanto, el vicepresidente americano Joe Biden ha dicho unas cuantas palabras en Bruselas, ante el secretario general de la OTAN, que, junto con lo dicho en Múnich unas semanas atrás configuran la preliminar doctrina Obama en política internacional.

En Alemania dijo sustancialmente que había que poner a cero el contador con Rusia. Se entiende, después que Rusia ha puesto el contador a cien y se ha cobrado todo el gas de Ucrania que anda quebrada pero a la que la UE no dudó en acosar cual cobrador del frac para evitar que los rusos se enfadaran.

En Bruselas, la noticia es que no hay noticia. Resulta que hay que poner objetivos claros para Afganistán porque es un caldo de cultivo del terrorismo y que para ello están dispuestos a escuchar y a oír y a atender y a considerar... todo lo que tengan que decir los aliados.

Se dirá que esto es estupendo, así se podrá llegar a acuerdos que cohesionen la Alianza hacia el objetivo de derrotar a los talibanes en Afganistán y Pakistán, y la estabilización de lo que empieza a llamarse, por falta de otro mejor nombre, AfPak: el territorio fronterizo de ambos países en que no cesa de florecer el terrorismo.

Pero, ¿hay alguna reunión sin agenda que termine con conclusiones?

Apenas hace un par de meses desde que Obama asumió la presidencia y nadie espera una doctrina Obama para ya, pero Biden se ha encargado de dar dos mensajes muy claros. Primero, que Rusia es un aliado más –tanto que Obama quiere usarlo como intermediario con Irán– y segundo, que la OTAN tiene que ser una alianza fantasma –con mensajes moderados y decisiones ponderadas– que se confunda con el paisaje a ver si así no molesta a nadie.

Esperemos que ya que Biden ha venido a escuchar, los demás socios de la Alianza tengamos mucho que decir. Seguro que el recién reintegrado a la estructura militar, Francia, hará oír su voz. No sería poca paradoja que los vecinos del Norte hayan olido que había una vacante en el liderazgo de Occidente y estén a punto de cubrirla. Pero, aunque sólo sea un síntoma, el aparente desapego americano es preocupante. ¿Estamos listos para quedarnos solos?

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