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Amando de Miguel

Las comparaciones dislocadas

La exageración puede llegar hasta los extremos de la irreverencia o de la obscenidad. Pero el interlocutor no se lo toma a mal. Todo se subordina al efecto de choque (humorístico).

Los lingüistas las llaman "comparaciones proverbiales" porque cumplen la función de dar autoridad que tienen los refranes y se enuncian en términos comparativos. Añado que el tipo más interesante es lo que yo llamo "comparaciones dislocadas", porque la comparación se hace con verbosidad y barroquismo, de forma tan extremada que provoca hilaridad. Una función notable del lenguaje es la de hacer sonreír al interlocutor o, por lo menos, no amargarle mucho el día, que bastantes insatisfacciones tiene la vida. Para conseguir ese efecto relajante nada mejor que el barroquismo, la exageración, la metáfora imaginativa, el aparente disloque que provoca la comparación sorprendente.

Tomo algunos ejemplos del estudio más completo e ingenioso que conozco, el del lingüista granadino, Juan de Dios Luque. Ya es una comparación dislocada que uno se llame "Juan de Dios". Hay que imaginar cómo sonará en inglés. Adelanto que en este género el habla andaluza va muy por delante de las otras hablas españolas. Se podría decir que el habla andaluza tiene más filigranas que un paso de Semana Santa. O también, que los andaluces hablando son más largos [=listos, rápidos] que una conversación telefónica con tarifa plana. Obsérvese la estructura barroca de esa última comparación (me la acabo de inventar) al contrastar los dos sentidos de la palabra "largo". También se puede decir que "es más largo que una meada desde un balcón". Por cierto, ya no se entiende lo de "más largo que un día sin pan", puesto que ahora muchas personas se abstienen del pan porque comen otras viandas.

El símil, para ser efectivo, tiene que contraponer realidades muy alejadas. Precisamente es el hecho de enlazarlas lo que produce el efecto de la exageración, un choque perceptivo que da lugar a la gracia deseada. Algunos ejemplos:

Como puede verse, la exageración puede llegar hasta los extremos de la irreverencia o de la obscenidad. Pero el interlocutor no se lo toma a mal. Todo se subordina al efecto de choque (humorístico). Lo que se premia es la metáfora imaginativa, aunque no importa que sea copiada y hasta repetida. En las comparaciones proverbiales no se busca tanto la originalidad como el gusto que da comparar lo incomparable. Muchas veces se recurre al juego de la polisemia, cuando una palabra tiene varios significados. Por ejemplo:

Hay comparaciones tan dislocadas que bien podrían entrar en lo "políticamente incorrecto" por menospreciar a un grupo. Por ejemplo:

Naturalmente no hay que tomarse nunca literalmente esas expresiones del habla popular.

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