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José Carlos Rodríguez

Obama aterriza

Obama, hecho todo de promesas, se ha venido abajo a una velocidad inusitada a medida que la realidad le ha ido comiendo por los pies.

Poco después de que los estadounidenses le eligiesen, me dio la impresión de que Obama no saldría reelegido. Sus primeros días en el Despacho Oval me confirmaron esa sensación. Su primer año de presidente de los Estados Unidos sólo me reafirma en esa idea. Ungido más que votado, Obama se convirtió en un relato fantástico, todo él por escribir. Todo lo podíamos con él, recuerden. Porque aquí, en el lado de fuera de la frontera, le sublimamos para compensar el voto que no podíamos darle; le convertimos en un semidios. Para muchos, el amor desmedido por Obama revelaba ese odio cerval hacia su país. Él lo cambiaría todo. Acabaría con esa anomalía, con ese reducto del mal; con la prepotencia de un pueblo libre que no se somete a nuestras miserias.

Allí nunca llegaron al intento de suicidio. Se quedaron con la promesa de un cambio. Se sacudieron a Bush como los perros se sacuden el agua, pero querían más. Obama, entre otras tantas que tenía de fondo de armario, vestía ese áurea del novato que llega a Washington para acabar con el business as usual, tan apreciada por los americanos. Lucía otras, ya digo, como la de llevar un aire nuevo al país después de una presidencia cargada de tensiones. Pero una vez en el poder, Obama se ha puesto a llevar a cabo su política, como es normal y como incluso cabe exigirle. Y es una política mucho más a la izquierda de lo que la gente quiere. Las urnas ya se lo están diciendo. Scott Brown, el nuevo senador por Massachusetts, le ganó la elección a Obama, porque su mensaje se dirigía directamente contra su política. Y por cada votante independiente que votó demócrata, ha habido tres que han preferido al republicano.

Las elecciones de mitad del primer mandato son casi siempre malas para el partido que está en la Casa Blanca, y las de 2010 prometen ser muy negativas para el obamato. Con Brown en lugar de Ted Kennedy en el Senado ha perdido la "supermayoría" de 60 senadores, por lo que no podrá llevar adelante su reforma sanitaria tal como él la quería. La gente está mayoritariamente en contra de la socialización de la sanidad, y quien se presente para 2010 tiene que contar con ello.

Obama, hecho todo de promesas, se ha venido abajo a una velocidad inusitada a medida que la realidad le ha ido comiendo por los pies. Él, que llegó a la presidencia con límpidos telepromters, ha tenido que ensuciar sus palabras con el ejercicio del poder. Y cuanto más tenga que mezclar su discurso con sus decisiones, más se va a alejar de los votantes. Sencillamente, él está a la izquierda de la izquierda estadounidense. Y, sin embargo, Barack Obama se parece demasiado a George W. Bush para imponer el cambio que todavía anhelan los ciudadanos de aquel país.

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