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VII año triunfal

No se trata sólo de la izquierda radical, sino de todos aquellos que creían que España podía y debía tener una política exterior distinta y de perfil más bajo: aquí la tienen, y aquí tienen el VII Año Triunfal de ZP.

En política exterior, un país puede ser respetado por dos cosas: por generar temor entre aliados y enemigos debido a su poder económico, militar o diplomático; o por generar confianza y fidelidad entre sus aliados y amigos en la defensa común contra sus enemigos. En el caso de España, una diplomacia realista implica un equilibrio entre un potencial militar relativamente bajo y una seriedad en las alianzas que nuestro país cultivó hasta marzo de 2004. A partir de entonces, todo cambió. España comenzó un proceso de ensimismamiento brusco y agudo, en el que abandonó primero las alianzas, después los intereses y por fin la política exterior. Los chillidos y aullidos de Chávez y sus tiranos en la niebla contra nuestro país no sólo no nos extrañan: son la consecuencia lógica de seis años de abandono español en el mundo y de inhibición ante ataques y provocaciones.

El problema hace seis años no era que Zapatero fuese antiamericano; es que era y es antiespañol, si por español entendemos a aquel gobernante celoso de los intereses nacionales, preocupado por el prestigio y la dignidad nacional, y deseoso de lograr que España esté presente en las grandes decisiones internacionales. Nada de esto aparece en Zapatero: la Alianza de Civilizaciones, la retirada de los aliados en Irak, el pago a piratas y terroristas dejan traslucir una negativa patológica a defender a España y los españoles de sus enemigos. Esto es lo que hay, y esto es lo que se está mostrando de manera cruel con los insultos chavistas contra nuestro país. Al comienzo de su sexto año en la Moncloa, muestran el lado más triunfal de la política exterior de Zapatero.

En relación con Estados Unidos, el único logro ha sido familiar: la foto de Sonsoles y las chicas con Obama que decora la chimenea de los Zapatero. Más allá de eso, no ha sido capaz de llevar a cabo una relación normal con la Casa Blanca, ni con demócratas ni con republicanos, y las visitas han sido siempre fugaces, o indirectas y obligadas por las circunstancias, por mucha fanfarria monclovita desplegada. Al comienzo, el Gobierno decía que el problema era Bush; después, que la cosa mejoraría con Obama. A estas alturas, esta claro que éste no confía en Zapatero ni como socio menor. Su interés está fuera de Europa, y en Europa su interés está lejos de España. Seis años después, nuestro país ha quedado desguarnecido de su mejor aliado.

En Europa, España ha quedado al margen de todas las decisiones, económicas y políticas de los últimos seis años. No cuesta mucho trabajo ver como la vieja Europa –en términos del PSOE el corazón de Europa– menosprecia a España. La ignorancia y el desinterés de Zapatero por la agenda internacional, la falta de seriedad de la diplomacia de Moratinos y la incapacidad de reacción ante la crisis económica han convertido a España en uno de los parias europeos. Por otro lado, los países de la nueva Europa –los del este–, que constituían contrapeso junto con España, han roto la buena relación que tenían con nuestro país antes de 2004 para mirar con desconfianza a un país que maltrata a las democracias. Para Gran Bretaña, la España post Aznar ha dejado de existir, y es notorio el desprecio de Italia por nuestra diplomacia. La presidencia europea, con una agenda lúdica, aún deteriora más la imagen. España está aislada en Europa, lo cual se traslada además a nuestra relación con otros países, especialmente en Iberoamérica. Costará recuperar en el futuro la posición perdida en Europa en estos últimos tres años, y con ella la posición internacional.

Respecto a Oriente Medio, la doctrina Moratinos se ha hecho doctrina española: hoy nuestro Gobierno es considerado uno de los más judeófobos de Occidente, si no el que más. En Líbano, España trata de no importunar a Hizboláh, a la que supuestamente ha ido a desarmar, y es defensora de la dictadura de Hamás en Gaza. La falta de realismo de Moratinos y su alineación constante y grosera con los grupos terroristas palestinos lo han deslegitimado ante todas las partes. Respecto a Irán, respeto y comprensión; y respecto a Irak, desconfianza ante una democracia a la que España abandonó. Por lo demás, la Alianza de Civilizaciones con Turquía o la Liga Árabe esconde, a duras penas, el hecho de que el islamismo sigue considerando a España tierra de conquista.

En África, dos han sido los episodios que han mostrado la debilidad española y su falta de aliados: el caso Alakrana y el caso de Mauritania. En ambos casos, el Gobierno ha considerado como un éxito la cesión ante los terroristas, siendo el país occidental que mayor debilidad ha mostrado, lo que viene a sumarse al borrón original de la rendición en Irak. En otros países, el Gobierno de Zapatero ha puesto en marcha una hemorragia masiva de fondos públicos españoles en materia de cooperación y lucha contra la inmigración, sin control del dinero y sin contrapartida alguna para nuestro país. Es el único país europeo que paga pero no exige. Respecto a Marruecos, el caso Haidar ha escenificado con claridad la posición acomplejada y timorata española.

Respecto a Iberoamérica, Chávez es la piedra de toque, la constatación de la diplomacia española como una marioneta rota en manos de Moratinos y Zapatero. Sin relación con Estados Unidos, arrinconado en Europa, sin una política exterior coherente y de acuerdo a principios, sin apego a los regímenes democráticos y siempre dispuesto a ceder ante los matones del mundo, no es de extrañar la salida en tromba del chavismo contra España, que dicho sea de paso apoyó al gorila rojo en su maniobra contra Honduras.

¿No nos parecía que España había ido demasiado lejos? ¿No queríamos una diplomacia y una política exterior más molestas? ¿No nos reíamos de Perejil, no nos escandalizábamos de Irak, no nos mofábamos de la rudeza española en la UE? No se trata sólo de la izquierda radical, sino de todos aquellos que creían que España podía y debía tener una política exterior distinta y de perfil más bajo: aquí la tienen, y aquí tienen el VII Año Triunfal de ZP. Claro que siempre nos quedarán los diez años más gratificantes de Libertad Digital. Éstos sí los celebramos y los consideramos un triunfo.

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