Veo que el ex fiscal Jiménez Villarejo acusa al juez Adolfo Prego nada menos que de haber presentado libros míos, los cuales, dice el personaje, mantienen posiciones "de extrema derecha". Podría ser ese el caso y la acusación carecería de sentido, máxime en un magistrado, lo mismo que acusar al ex fiscal de presentar libros de extrema izquierda. Carecería de sentido, quiero decir, en una democracia, no en un régimen totalitario como el que él demuestra querer implantar con sus palabras y sus actos. Probablemente él preferiría que mis libros, los de César Vidal y otros más, fueran quemados en lugar de presentados, como han expresado sin ambages otros brillantes intelectuales de su cuerda.
Pero, además, es completamente falso que mis libros sean de extrema derecha: son estudios históricos y políticos cuyos datos y análisis nunca han podido rebatir los Jiménez Villarejo de turno, magistrados o historiadores, a pesar de que me he ofrecido muchas veces a sostener debates sobre ellos. Y precisamente por no poder desmentirlos han tenido que recurrir una y otra vez a la descalificación personal, el insulto, la tergiversación, la censura allí donde han podido implantarla, e incluso a la amenaza de cárcel. Hasta el día de hoy, mis análisis se sostienen perfectamente frente a todas esas formas de "argumentar", y pese al silencio con que son obsequiados por gran parte de la derecha. El furor totalitario del ex fiscal le lleva más allá: pretende que mi nombre se convierta en un tabú, y no sólo quede yo descalificado, sino también contaminado todo aquel que tenga trato conmigo. Algo así ocurría en la URSS y ocurre en Cuba, por ejemplo. Pero no aquí. Todavía no aquí, mal que les pese a los vociferantes Jiménez Villarejo.
Arguye también el ex fiscal que el juez Adolfo Prego, por haber presentado libros míos, tendría que haberse abstenido en la causa contra Garzón. Por lo mismo, Garzón, cuyo extremismo de izquierda es bien conocido, tendría que haberse abstenido en la mayoría de las causas políticas que ha emprendido. Pero no se le ha suspendido por ello, sino por otras causas que no viene al caso reiterar aquí, ni creo necesario informar de ellas a este señor.
Psicológica y políticamente, el caso de Jiménez Villarejo resulta un tanto oscuro. Funcionario del aparato franquista tras jurar los Principios del Movimiento en 1962, sirvió por tanto a un régimen que los antifranquistas de ahora suelen calificar de genocida. Cómplice de genocidio, pues. Pero diez años más tarde, cuando ya se vislumbraba la próxima muerte de Franco, decidió traicionar aquellos principios entrando en una asociación llamada "Justicia Democrática". ¿Un demócrata, pues? Los calificativos no deben engañar, pues casi siempre eran los comunistas –los mayores y más sanguinarios enemigos de la democracia en el siglo XX– quienes con más afán se autotitulaban demócratas. Jiménez Villarejo, como otros, debió de encontrar demasiado poco dictatorial el franquismo y eligió pasarse a una tiranía mucho más completa, la marxista-leninista. Porque él entró en el PSUC, según leo en la Wikipedia. Ese partido era la sección más stalinista del PCE, la que mayor resistencia opuso al abandono, aunque sólo fuera de palabra, del leninismo, cuando Carrillo entendió que esa definición le espantaba votos. Pero, como en el caso de PSOE, tras la renuncia verbal quedaron las actitudes y hábitos mentales totalitarios, muy bien reflejados en la conducta del ex fiscal.
Y observen otro de sus argumentos: el encausamiento de Garzón intentaría tapar el caso Gürtel. Pero los delitos de Gürtel, que parecen ciertos, fueron investigados por Garzón empleando métodos propios de un estado policíaco, ante los cuales no tiene nada que decir el ex magistrado que, en cambio, parece encontrar delictiva la presentación de libros míos. Sin contar la descomposición de la justicia condensada en el hecho de que los delitos puedan ser perseguidos por jueces prevaricadores.
En España casi todo el mundo ha cambiado muchísimo de ideología, pero pocos han explicado el porqué de sus cambios, y nuestro ex fiscal tampoco se ha molestado mucho. Pero, explicados o no, los cambios son bien claros. Jiménez Villarejo ha pasado de colaborar con un régimen que, según él mismo, practicaba asiduamente los crímenes contra la humanidad, a adoptar la mentalidad de otros regímenes que, estos sí, los practicaron realmente en masa. Y ahí sigue el hombre, hecho una furia.