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Álvaro Vermoet Hidalgo

La traición de una clase política

Visto lo de Bélgica, parece que en España tenemos dos opciones: una reforma política, electoral y educativa que recupere un auténtico Estado central que defienda la igualdad, o bien continuar con la regionalización de la política y de los partidos.

No me resisto a empezar por el final: el independentismo no ha ganado las elecciones federales en Bélgica. Es más, ni siquiera ha ganado en Flandes (60% de la población), donde un 70% del electorado no ha votado a la N-VA.

Lo que sí es cierto es que el hastío de la población ha sido tal que ningún otro partido flamenco (ni los democristianos, ni los socialistas, ni los liberales) ha sido capaz de atraer más votos que el resto (en Bélgica el voto es obligatorio) y la N-VA, que sí ha atraído votos, ha resultado el partido más votado. Lo único que me ha alegrado del triste día de hoy es el desplome de los liberales flamencos, probablemente el partido que más claramente ha traicionado a su electorado. Porque si en Bélgica hay hastío, descontento y desapego hacia los "partidos tradicionales", es porque éstos han traicionado a sus electores.

Estudiando en Lovaina (Flandes), no he conocido a un solo estudiante que defendiera el separatismo o a la N-VA, que por lo general suscita el mismo rechazo que su aliado de extrema derecha, el Vlaams Belang. Y eso que es el partido que más campaña ha hecho. ¿Y a quién votan todos esos jóvenes flamencos que quieren que su país siga unido y que, en muchos casos, han estudiado o trabajado un tiempo en la zona francófona? Pues como ni siquiera para las elecciones federales hay circunscripciones estatales, los que no votan a la N-VA sólo pueden votar, con resignación, a esa casta de partidos flamingants, o sea, nacionalistas flamencos, ya se llamen democristianos, socialistas o liberales. ¡Ay los "liberales"! El llamado Open VLD, que se suponía que era el más "moderado" de los partidos flamencos, casi "federalista", es el que hizo caer el Gobierno belga por el dossier BHV (la escisión de un distrito electoral bilingüe que quedaría integrado en Flandes, no pudiendo sus habitantes votar a los partidos francófonos) y, por tanto, a quien se deben estas elecciones convocadas ad hoc para favorecer a la N-VA.

Todas las encuestas dicen que los belgas quieren seguir siendo belgas y, sin embargo, el sistema político obliga a clasificar a los ciudadanos en tres "comunidades lingüísticas" definidas según unas "fronteras lingüísticas" que obligan, literalmente, a votar a los partidos comunitarios, ya sean flamencos o francófonos. Este sistema no sólo ha regionalizado a los partidos belgas, sino que ha favorecido a los partidos que "viven" del conflicto lingüístico (N-VA y FDF). Fueron los demás partidos flamencos quienes permitieron a la N-VA acceder al Ministerio del Interior flamenco, desde donde acaparó una gran atención mediática con el continuo hostigamiento a escuelas y municipios francófonos, que no era sino la continuación de una política trasversal de nacionalismo flamenco.

Hay quienes dicen que Bélgica no puede funcionar por ser un invento político, pero, a día de hoy, lo que es auténticamente artificial es tener a los ciudadanos agrupados, no ya en regiones, sino en censos lingüísticos. Yo aprovecharía la medio victoria de la N-VA para plantear de una vez por todas el fin de este sistema, la supresión de las fronteras lingüísticas y la creación de una circunscripción estatal para las elecciones federales. Así, al menos, habrá partidos a los que votar para quienes están hartos del conflicto comunitario.

A este respecto, merece la pena contar la sorpresa que se produjo exactamente a medianoche, con los últimos resultados electorales. En estas elecciones se presentaba un nuevo partido de derechas, llamado Partido Popular (dice inspirarse en la UMP de Sarkozy), que se había propuesto ser el primer partido belga "federal" que logra entrar en el parlamento. Naturalmente, el sistema no lo permite, y lo que han hecho es declarase bilingües e inscribirse tanto en el registro de partidos flamencos como en el de los francófonos. Pues bien, exactamente a medianoche el nuevo PP belga entraba en la Cámara de los Representantes. Un resultado notable porque va exactamente a contracorriente del diseño del sistema político belga, como sucede en España cuando se presenta un tercer partido nacional o, más aún, un partido no nacionalista en las autonómicas catalanas.

Hablando de lo cual, no parece que en España vayamos a tomar lecciones del deterioro institucional belga, que se debe, entre otras cosas, a hacer de la lengua un elemento político. Como ya he observado antes, también nosotros tenemos un sistema político que favorece no ya a los nacionalistas y regionalistas, sino que hace que los partidos nacionales lo sean cada vez menos, siendo el caso extremo la situación del PSC en Cataluña, sin que el votante pueda remediarlo. Pero como en España el voto no es obligatorio, podemos observar cómo la participación en las elecciones autonómicas precisamente de Cataluña (que, según sus políticos, quiere más autogobierno), es de las más bajas, y como en "importantísimos" referendos como el del Estatuto, no vota ni la mitad de la población.

En conclusión, visto lo de Bélgica, parece que en España tenemos dos opciones: una reforma política, electoral y educativa que recupere un auténtico Estado central que defienda la igualdad, o bien continuar con la regionalización de la política y de los partidos y, para que no se note, hacer el voto obligatorio.

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