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El análisis de ETA

Para ETA, lo que ha cambiado no es ella, sino la actitud del Estado a través de su Gobierno. Ideológicamente, ETA sigue inamovible respecto a los objetivos últimos, y de hecho reivindica su empecinamiento histórico.

Una lectura detallada muestra que la estructura del nuevo comunicado de ETA es la ya clásica en los últimos textos de la banda: análisis histórico, primero. Análisis político de la situación actual, segundo. Y tercero, líneas para el futuro. El lenguaje es el mismo con el que la banda justificó la tregua de 2006: abstracto, buenista, repleto de eufemismos y de alusiones a la paz, la democracia y la libertad. Lenguaje que le permite un gran margen de maniobra, y que es también el mismo con el que la banda y Zapatero cimentaron los pactos que dieron lugar al proceso de 2006. ETA busca dar esperanza a algunos esperanzados, y proporcionar al Gobierno la coartada para dar pasos públicos sin desvelar contenidos concretos.

Respecto a lo primero, el análisis histórico que hace ETA es el mismo que ya hizo en 2004, y que plasmó la izquierda abertzale en su Declaración de Anoeta. La llegada de Zapatero al poder en marzo de 2004 supuso el fin del consenso entre las fuerzas nacionales respecto a la unidad de España. Esta ruptura del orden constitucional –cuya máxima expresión es el nuevo estatuto catalán– desde el propio Estado es, para ETA, la demostración final de que treinta años después los hechos han terminado por darle la razón. La argumentación de ETA es lo que no hay que perder de vista, porque constituye la clave de sus relaciones con el Gobierno: para la banda, el Estado está desde 2004 reconociendo que el orden autonómico es un fracaso, y este reconocimiento, impulsado por Zapatero es lo que lleva a éste a sentarse con ETA a diseñar un nuevo orden político en el País Vasco. Además, ETA cree que con la negociación puede recuperar la tan ansiada vanguardia del nacionalismo vasco.

Para ETA, por tanto, lo que ha cambiado no es ella, sino la actitud del Estado a través de su Gobierno. Ideológicamente, ETA sigue inamovible respecto a los objetivos últimos, y de hecho reivindica su empecinamiento histórico. En el comunicado están las dos ideas irrenunciables: la independencia y la territorialidad o absorción de Navarra. Como en los comunicados de la negociación anterior, ETA se cuida de no citarlos textualmente, para permitir al Gobierno entrar sin riesgos políticos en su discusión, al menos hasta la fase final. Están, no obstante, tan presentes como en la Alternativa KAS de 1976, la Alternativa Democrática de 1995 o la Declaración de Anoeta de 2004. Ni ETA ha renunciado nunca a ello, ni lo ha hecho ahora. Sólo concede la posibilidad de negociar cómo llevarlos a cabo.

Más: el alto el fuego no es temporalizado; no es ni "incondicional" ni "permanente". ETA no se atreve a dar el paso definitivo, que es justo lo que el Gobierno le está exigiendo, porque no se fía de él. Es conocida la lectura que ETA hace de los pactos de 2006: antes de esa fecha había pactado con el Gobierno la reforma institucional y el tema navarro, pero el Gobierno se asustó ante la reacción social, dilató en el tiempo el cumplimiento de su parte del pacto engañando a la banda, y ésta rompió la tregua. Desde entonces, la banda ha acusado a Rubalcaba y Zapatero de vengarse y utilizar la presión policial como castigo. Ahora los etarras no se fían del Gobierno, y se tientan bien la ropa antes de decretar un alto el fuego más ambicioso del que después no puedan dar marcha atrás. Que es justo lo que los socialistas esperan.

Las principales líneas ideológicas y políticas son las mismas que justificaron las negociaciones y la tregua que culminaron con las conversaciones de 2006: ETA sabe que por primera vez hay un Gobierno que considera apropiado solucionar "el conflicto vasco". Hay sin embargo, diferencias, que afectan a las dos partes. Por parte del Gobierno, la discreción es una obsesión, porque fue la opinión pública la que frustró los pactos con los terroristas en 2006, y lo que quiere de ETA es un comunicado definitivo sin marcha atrás que evite los escándalos de hace cuatro años y no salpique a Zapatero. Por parte de ETA la debilidad organizativa es extrema, y la preocupación se centra en los dos sectores de la banda que el Gobierno está utilizando como palanca para sentarla a negociar: los presos y sus familiares, por un lado; y el aparato institucional y político de la banda, por otro. A los primeros el Ejecutivo les ofrece y les otorga beneficios penitenciarios, sin reparar en el pasado sangriento de los criminales. A los segundos les promete el regreso a las instituciones, a los cargos, a los despachos. Por el contrario, a la dirección de la banda y a los comandos terroristas el Gobierno le reserva la mano dura y la presión policial.

Zapatero sigue ofreciendo a ETA la última oportunidad de lograr algunos de sus objetivos. Pero "algunos" no son "todos", y la dirección de la banda no acepta lo que no deja de ser una rebaja de sus sueños independentistas. A este sector golpea Rubalcaba, con lo que ahora mismo el tiempo implica para la banda un mayor deterioro y la posibilidad de sentarse débil a la negociación. Con este comunicado ETA parece querer recuperar la iniciativa ante los suyos y ante la opinión pública en la negociación, ganando algo de tiempo y recordando cuáles son sus objetivos. El Gobierno lo ha considerado "insuficiente", lo que significa que seguirá utilizando el palo y la zanahoria para forzar a la banda a sentarse a hablar de la ruptura del marco autonómico. Que es, como ETA acertadamente analiza, la clave de la cuestión.

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