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Lucía Prieto

El doblete es posible, pero el Dakar es caprichoso

Desde el 3 enero, fecha de la primera etapa cronometrada, los nuestros, los españoles salieron a su ritmo, o lo que es lo mismo, a ganar.

Seis etapas transcurridas, seis días de polvo, tensión, mucha adrenalina y el acelerador a tope. El Dakar descansa en su punto más septentrional antes de descender y poner rumbo al océano Pacífico. Un paréntesis que para las aspiraciones españolas sabe al trabajo bien hecho, al descanso que da liderar una carrera, la más dura del mundo, que sin embargo esconde en cada piedra, tras cada duna, el destino de los participantes.

El recorrido, o mejor dicho el desafío, que este año la organización ha puesto encima de la mesa no está defraudando devolviendo parte del carisma que la competición tenía cuando recorría tierras africanas.

Un circuito por el sur de SuDamérica que empezó de menos a más, dejando a los pilotos habituarse a sus máquinas, a sus fuerzas y a la tensión que se esconde en la boca del estómago, antes de que el comisario baje el brazo para dar la orden de salida. Pero desde aquel día, el 3 enero, fecha de la primera etapa cronometrada, los nuestros, los españoles salieron a su ritmo, o lo que es lo mismo, a ganar.

Marc Coma en motos y Carlos Sainz en coches lideran sus respectivas generales, casi desde el principio el primero, y desde el minuto uno el segundo, aunque como ellos mismos aseguran nada está escrito en el Dakar hasta que no se cruza la línea de meta de la última etapa.

Es cierto que el bicampeón de rallyes Carlos Sainz era favorito a revalidar su corona, pero era difícil pensar que el madrileño y su gigante alemán iban a ser tan fuertes, y lo que es más importante, tan constantes. Sainz ha ganado en cuatro de las seis etapas disputadas, aunque todavía la distancia con el segundo, el también piloto de Wolkswagen, el qatarí Nasser Al Attiyah, es corta, inferior a tres minutos. Pero si el madrileño tiene suerte y le respetan las roturas será complicado que alguien siga su ritmo.

Seguro que todavía le resuena en la cabeza los comentarios, no del todo bienintencionados, de algunos que en sus primeras ediciones aseguraron que nadie puede terminar un Dakar corriendo al ritmo que lo hace Sainz. Tal afirmación fue cierta en las primeras ediciones que disputó, pero el pasado año, y al mismo ritmo, el piloto español logró la corona como sólo él sabe hacerlo y como siempre lo ha hecho mientras corría en rallyes, apurando cada curva y dibujando en su cabeza y con sus muñecas cada muesca del camino.

Ayer, durante la séptima etapa, pinchó como también lo hizo su máximo competidor, el "Señor Dakar", Stephane Peterhansel, tercero a catorce minutos. Pero el francés lo hizo en cuatro ocasiones al cometer un error casi de principiante. Cuando uno quita demasiada presión a los neumáticos para sortear con más facilidad las dunas del desierto, puede tener más de un disgusto en las zonas más rocosas. Pero nadie está libre de los incidentes, ni siquiera los nuestros.

Y si no que so lo digan a Marc Coma, que comenzó su andanza por el desierto chileno de Atacama con una caída que le valió varios puntos de sutura en su muñeca y una reparación "in extremis" del radiador de su KTM. Pero la lesión no ha mermado las ganas del catalán de conseguir su tercer Dakar. Una misión que seguro el francés Cyril Despres, segundo a poco más de ocho minutos, no le va a poner fácil.

Sainz y Coma son nuestra avanzadilla, pero los españoles están dejando el pabellón bien alto. En motos en entre las diez primeras posiciones está el que fuera hasta el año pasado el mochilero de Coma, Jordi Viladoms, sexto, mientras que su nuevo compañero de equipo Juan Pedrero es décimo. Especial mención hay que hacer de la diez veces campeona del mundo de trial Lais Sanz que ocupa la 51 posición, puesto más que meritorio si tenemos en cuenta que es su primer Dakar, y su primer acercamiento al mundo de los raids. En coches, donde quizás haya más competitividad, encontramos a Nani Roma en decimonovena posición y seis puestos más abajo a Xavier Foj.

Aunque los números están ahí, todo es provisional. Queda una semana durísima, tan dura que la organización ya ha rebajado la dificultad y el número de kilómetros de la octava etapa que termina a orillas del Pacífico, en Antofagasta. Todavía quedan muchos tramos donde los participantes deberán estar muy atentos a la navegación, y cuidar sus mecánicas en el desierto, sobre todo en la undécima etapa en Copiapo, donde puede que los corredores tengan que echar mano de alguna pala para sortear la densa y traicionera arena de las dunas desérticas. Y todavía quedarán los Andes... es decir, todavía queda mucha, mucha aventura.

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