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¿Por qué importa Siria?

La liberación de islamismo y tiranía política debe ser el objetivo de Occidente en Oriente Medio. La estabilidad no va a volver, y la "laicidad" de Asad no la va a echar de menos nadie, salvo los proveedores de artículos de lujo.

Siria, decían los oficialistas, es un régimen reformista y laico. Lo que querían decir, bienintencionadamente escondido en lenguaje pedagógico apto para masas, es que el régimen de Asad es nazi.

En 1940, Francia se rindió al Eje y formó un Gobierno colaboracionista en Vichy. Sus colonias se encontraban más allá del alcance de los nazis. Los gobernadores podían elegir: permanecer con Vichy o unirse a de Gaulle. La mayoría eligió Vichy. Así, el mandato francés Siria-Líbano quedó abierto a los nazis. Recibía órdenes de Vichy, quien a su vez las recibía de Berlín. Los nazis hicieron un esfuerzo de propaganda e incluso se expandieron hacia Irak para establecer un régimen pro-fascista. En este periodo se formaron los partidos que serían el núcleo de lo que se convirtió en el partido Baaz. Y el partido Baaz es el de Asad, y era el de Sadam.

Mientras miramos con recelo las consecuencias de la llamada primavera árabe, hasta hoy limitada al Norte de África, que incluyen desde los tunecinos que escapan su naciente democracia para visitar las declinantes de Europa, hasta los desplazados del proceso democratizador de la plaza Tahrir, pasando por el gasoducto hacia Israel atacado ya tres veces, sin olvidar el concurso de contradicciones de la guerra de Libia que algún día ganaremos, o no, conviene no perder de vista una expresión que ha entrado en desuso.

A saber: la de guerra contra el terrorismo. En ella seguimos oficialmente pues hay 150.000 soldados en Afganistán y 45.000 en Irak. Esta guerra era contra el islamo-fascismo. Había que limpiar los pantanos –las tiranías– en los que se maceraba el terrorismo. Estas tenían dos cabezas, la islamista –los talibán– y otra, la opresión política (representada por el filo-nazi Sadam). Que los relampagueantes Louboutin –para los profanos, unos zapatos carísimos de suela roja que adornan los pies de Asma Asad, la laica esposa de Bashar– no engañen a nadie. El régimen sirio forma parte de esta hidra contra la que, se supone, no hace falta entrar en guerra porque ya estamos.

Ya estamos porque, oficialmente, Occidente intenta prevenir que Irán, aliado de Siria, llegue a obtener armas nucleares. Vigilamos, oficialmente –soldados españoles de por medio– que el grupo terrorista sirio-iraní Hezbolá no se rearme en el sur del Líbano. Y, oficialmente, reprobamos la banda terrorista Hamás, cuyo jefe, Jaled Meshal, está resguardado en Damasco, donde mantiene contactos con Irán, cuyo régimen ayuda a su sostenimiento.

Esto es así desde hace rato. Así que, ante la sangre derramada los últimos días, Occidente, oficialmente, discute y pondera, que es lo suyo. Salvo cuando hace guerras de cambio de régimen disfrazadas bajo el extrajurídico concepto de la responsabilidad de proteger.

La liberación de islamismo y tiranía política debe ser el objetivo de Occidente en Oriente Medio. La estabilidad no va a volver, y la "laicidad" de Asad no la va a echar de menos nadie, salvo los proveedores de artículos de lujo.

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