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Javier Arenas

El cambio que viene

El fracaso del socialismo, que en 30 años no ha resuelto problemas históricos de Andalucía, como el desempleo, se acentuó con su desacierto ante la mayor crisis económica de nuestra historia reciente.

Más allá del triunfo del PP en Andalucía, las elecciones del 22-M han supuesto un hito histórico de nuestra autonomía: por primera vez desde las primeras elecciones autonómicas, un partido distinto al PSOE logra la confianza mayoritaria de los andaluces en las urnas.

Algo que en democracia debería ser normal –la alternancia política– se abría paso, 30 años después, en Andalucía y con exquisita naturalidad: no hizo falta la abstención de la izquierda, condición sine qua non, según los analistas, para que en Andalucía triunfara una opción de centro.

No pocos analistas sitúan en el triunfo de la alternancia política el cierre del proceso autonómico andaluz, cuando no de la misma transición política. El certificado de calidad del sistema democrático está en el relevo político. Pudimos observarlo en la transición española, que se cerró, tras la aprobación de la Constitución, con el triunfo electoral del PSOE, el primer Gobierno de izquierdas tras la Guerra Civil. La democracia se fortaleció.

El 22-M certificó en Andalucía la calidad de nuestra democracia: triunfó la alternativa política y con ello la calidad democrática de nuestra autonomía. Desde ese punto de vista, todos los andaluces, incluidos los que no votaron al PP, se pueden sentir orgullosos.

Un mito ideológico también cayó el 22-M: la creencia, por decreto, de que Andalucía es sociológicamente de izquierdas. Nunca fue así. Los buenos resultados de UCD en Andalucía, en los albores de la democracia, demostraron que la mayoría social de Andalucía es centrista. Circunstancias excepcionales, como la mencionada del convulso proceso autonómico y la posterior descomposición de UCD, volcaron ese voto centrista, sin matices, en el PSOE. La existencia, primero, del PCA y, después, de IU-CA, ayudó institucionalizar el espejismo del PSOE como el aglutinador del centrismo andaluz.

El 22-M ha desmontando el espejismo de ese análisis. Hoy el PP encarna el centrismo andaluz. Nuestro proyecto reformista, de cambio tranquilo y moderado nos ha situado como el partido de la mayoría social y política de Andalucía, haciendo aflorar el legado histórico del centrismo en nuestra tierra.

Los andaluces han vuelto su mirada hacia el PP justo cuando más necesitaban un proyecto de las características mencionadas. El fracaso del socialismo, que en 30 años no ha resuelto problemas históricos de Andalucía, como el desempleo, se acentuó con su desacierto ante la mayor crisis económica de nuestra historia reciente. La negación de la misma y las improvisaciones y fracasos de sus recetas se confrontaba con la madurez del proyecto del PP andaluz y con el aval de empleo e igualdad de oportunidades que representaron nuestros ocho años de gobierno en España.

Frente a un socialismo agotado y a merced de su propio "régimen", las corruptelas y los abusos de poder, ha emergido un proyecto basado en dos obsesiones: el empleo y la regeneración democrática.

Y los andaluces no desaprovecharon la oportunidad de las elecciones municipales para depositar su confianza en nuestro proyecto. El 22-M no se define tanto por el fracaso del PSOE como por el éxito del PP. Ha sido la solvencia y preparación de nuestros candidatos, una nueva forma de hacer política basada en la cercanía al ciudadano y un proyecto fiable, el del PP, el que decantó la voluntad de los andaluces.

Ese es el cambio que viene a la Junta de Andalucía. Será una apuesta por el único proyecto que hoy puede ofrecer a los andaluces lo que los andaluces siempre han querido: un Gobierno centrista, sin la retórica vacía del radicalismo, basado en el reformismo como la gran vía para superar la actual crisis económica, activo defensor del andalucismo constitucional y con la confianza suficiente para protagonizar, desde el Gobierno andaluz, un giro hacia la igualdad de oportunidades de todos los españoles y la cohesión social de nuestra España. Ni más, ni menos.

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