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Pío Moa

Franco y el gallinero progre

¿Tendremos que resignarnos a que este gallinero imponga sus memeces como historia y cultura españolas?

Ante el tratamiento del Diccionario biográfico de la Academia de la Historia a Franco y a algunos personajes de la República y del Frente Popular, la prensa progre y la Sinde, ministra de Cultura (sic), se han alborotado mucho. Ellos creen que Franco fue un dictador totalitario o fascista, destructor de una ejemplar república democrática; que Azaña fue un gran estadista y Negrín un gran patriota y defensor de la libertad; que el Frente Popular no liquidó la legalidad republicana, sino que la afirmó; que dicho Frente se componía de políticos y partidos enamorados de las libertad; que Stalin y los stalinistas defendieron la democracia española; que el envío del oro español a Moscú fue un acto legal y legítimo sin repercusión política especial; que Carrillo merece todo tipo de homenajes aunque "se pasara" un poco en algunos aspectos; que no existió el gigantesco expolio y destrucción de bibliotecas, obras de arte, iglesias, etc., ni una genocida persecución religiosa; o que, si hubo algo de ello, no tuvo mayor relevancia comparado con los crímenes "fascistas", el principal de los cuales fue haberse levantado contra tan ejemplares, progresistas y democráticos jefes izquierdistas y separatistas; que no hubo entonces un proceso revolucionario o que, si lo hubo, se debió al alzamiento fascista contra la libertad; etc. etc. Creen también en el "prestigio" como historiadores de Preston, Juliá, Viñas o Casanova.

En cambio, esa gente niega cualquier valor a méritos de Franco como haber vencido una revolución; haber mantenido a España fuera de la guerra mundial y desbaratado el injustísimo bloqueo exterior; haber eliminado el hambre y el analfabetismo e industrializado el país; haber dejado una nación próspera y reconciliada que ha permitido una transición sin demasiados traumas... Su pecado original, haber derrotado al Frente Popular e indirectamente a Stalin, borra cualquier otro mérito o gracia posible.

Bien, las creencias son libres y esos señores tienen derecho a tragarse y propalar las mayores necedades, nadie va a negárselo. Dada su presencia pública, sí cabría exigirles que se atrevieran a debatir sus creencias, pero hasta ahí no llega su audacia.

Su audacia la demuestran en otros campos: la desenvoltura con que no solo gritan, sino que demandan la censura y la imponen en cuanto está a su alcance, o exigen la "corrección" de textos no acordes con sus creencias, o acusan a otros de mentir, sin dar la menor prueba al respecto. Con lo cual demuestran ser tan "demócratas" como aquellos republicanos y frentepopulistas que tan agudamente describe Azaña: "¿Tendremos que resignarnos a que España caiga en una política tabernaria, incompetente, de amigachos, de codicia y botín, sin ninguna idea alta?". ¿Tendremos que resignarnos a que este gallinero imponga sus memeces como historia y cultura españolas?

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