Colabora
Cristina Losada

La toma de la Bastilla en Sevilla

La naturalidad con la que una representante de la autoridad autonómica profana el carácter de su cargo, además de la cultura y la gramática, para influir en unos escolares, proviene de la impunidad de la costumbre

Los personajes secundarios encarnan a veces mejor que los protagonistas el espíritu de la obra. Así, la delegada de la Junta de Andalucía en Sevilla, de la que hemos tenido noticia por una alocución suya en un instituto  de la provincia. Carmen Tovar, que tal es su nombre, decidió aprovechar su visita al IES El Majuelo, del ayuntamiento de Gines, para instruir a los escolares sobre asuntos de los que -esperemos- no se les habla en clase.  Su discurso, por llamarlo así,  hay que filtrarlo y depurarlo a fin de que se ajuste a ciertas normas básicas, pero  la intención era diáfana.  Se trataba de que los alumnos supieran que la Junta del PSOE ha hecho grandes  cosas por el pueblo, que la derecha protege a los ricos  y que, atención,  si cambia el gobierno, se pueden quedar sin gimnasio.

Los denunciantes de la fechoría, ocurrida en campaña electoral, han subrayado lógicamente el contenido partidista, pero a mí aún me  ha escandalizado más lo descompuesto, indocumentado y grotesco de la arenga. Porque Tovar quiso poner  en perspectiva histórica la lucha contra los opresores que se traen en el PSOE, y se despachó de esta guisa: “Estas cosas, estos pulsos al capital y estos pulsos a los poderosos, que creo que en Sociales vienen de la época de la Revolución Francesa para acá, cuando se levantaron contra el clero y el absolutismo y demás, esto se mantiene, no creáis que ha cambiado mucho. Somos más modernos y nos comunicamos con emoticonos y la Blackberry funciona a la velocidad del aire, una maravilla. Pero, oye, que el fondo de las cosas es el mismo, esto es exactamente lo mismo”. Descharrante.

La naturalidad  con la que una representante de la autoridad autonómica profana el carácter de su cargo, además de la cultura y la gramática, para influir en niños de 12 y 13 años, sólo puede provenir de la impunidad de la costumbre. De la convicción, asentada por larga práctica, de que la administración está al servicio del partido y no a la inversa. Se  ha calificado de adoctrinamiento a lo que hizo esa señora y no digo que no,  pero una, que es del plan antiguo, cree que para adoctrinar es preciso disponer de una doctrina, de un pensamiento, una visión, algo. Leída  la abochornante alocución, sólo estoy segura de que a la delegada  no debieron dejarle salir del instituto. ¡Que se instruya! O sea, más latín y menos gimnasia.

La Sra. Losada es periodista y escritora. Comentarista político de esRadio. Autora de Morfina roja (Libros Libres, 2008). Miembro del panel de Opinión de Libertad Digital.

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