Termina la semana en que los altos cargos del Ministerio de Defensa han comparecido en el Congreso. El pasado martes, el secretario de Estado, la subsecretaria y el JEMAD buscaron un ejercicio de sinceridad respecto a la maltrecha situación de las Fuerzas Armadas. E hicieron un llamamiento al consenso con el primer partido de la oposición. La respuesta está siendo poco satisfactoria.
Que el acuerdo en materia de Defensa con el PSOE es complicado, era evidente desde 2003. La última legislatura del PP acabó con el PSOE echado al monte, utilizando contra los populares el trágico accidente del Yak 42 y el 11-M y la guerra de Irak como palancas de agresión política. Aspectos mayores, que periódicamente los socialistas siguen utilizando contra los populares.
Si en 1996 el Partido Popular tenía enfrente a un Partido Socialista obligado a buscar acuerdos, ahora de regreso al poder esta posibilidad se ha complicado. Por un lado, las divisiones personales en el seno del PSOE, con un Rubalcaba con crecientes dificultades para controlar al partido, hacen que el polémico dirigente dé bandazos continuos acomodándose a las necesidades de cada momento. Por otro lado, la profunda crisis ideológica socialista empuja a sus dirigentes a los brazos de los grupos y sindicatos radicales.
Los responsables del Ministerio de Defensa lo han podido comprobar respecto a los programas de adquisición de material y la asignación presupuestaria: el PSOE denuncia el recorte del 8,84% por parecerle demasiado generoso, pero exige al Gobierno que ponga en marcha los programas de BAM y 8x8. Exige mayores recortes para Defensa pero pide que este Ministerio encargue programas a Navantia o Santa Bárbara. Todo ello con la misma convicción y radicalismo.
Si esto pasa con un aspecto más o menos neutro y de tradicional bajo perfil polémico como el presupuestario e industrial, qué no pasará cuando el PP trate de desplegar una política de Defensa decidida. Así que más vale no engañarse respecto a la actitud socialista: en términos de política de Defensa, el PSOE está más cerca del radicalismo del "No a la Guerra" que de cualquier política de consenso.