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Pedro de Tena

El PP andaluz: Santa María o Titanic

Creer que el congreso del PP autonómico –ya no andaluz en los papeles–, ha sido un bálsamo milagroso sobre las heridas es un error. Nadie dice nada, es cierto, en público y en voz alta, como es habitual en esta nuestra democracia enferma.

La Santa María fue la nave primera de los descubrimientos. El Titanic, el buque campeón de los hundimientos. ¿Qué se ha botado en el congreso del PP andaluz, un hallazgo o un desastre, una Santa María o un Titanic? Así se expresaba un asistente al encuentro popular carente de pelos (prudentísimos) en la lengua. Pero, ¿no era todo tan idílico, tan pastueño, tan anodino por controlado, atado y bien atado y orquestado? La impresión de los populares más sagaces es que ya que el cambio no se pudo producir en Andalucía, se ha decidido que el cambio, un cambiazo de aúpa, tenga lugar en el PP. Algunos deducen que castigar a Arenas era obligado tras hacer esperar tres meses al gobierno Rajoy para empezar a arreglar el cotarro nacional. Y encima, para nada. Estamos en las primeras horas del cambio andaluz y todavía no se divisan bien ni el rumbo, ni el ritmo ni el calado. Advierten los arúspices que ha sido un cambio dirigido, sobre todo, por María Dolores de Cospedal a pesar de los arrumacos de Rajoy hacia el ex, y que su máximo sentido ha sido cortocircuitar toda influencia que Arenas pudiera conservar en la estructura del partido, a todos los niveles, y en la elaboración de la línea política del PP andaluz y nacional. Pero, con cierta seguridad, nadie sabe nada porque en el PP andaluz, antes y ahora, todos hablan menos que un apache acechando a una manada de búfalos. Pero se sabrá porque los hechos serán testarudos. 

El panorama no es muy alentador. Por una parte, el PSOE andaluz, aun en crisis, tiene los resortes de la Junta, Canal Sur sobre todo, y tiene a los recortes del Gobierno en su punto de mira. E incluso los propios tajos los remite contra reembolso a la sede de Génova, 13. Sus intereses, su tela de araña y sus dependencias son tales que ningún cambio real puede esperarse de un partido que no ha logrado en 30 años reestructurar, para mejor, económica y socialmente una Andalucía hecha pedazos por un modelo ineficiente clavado con paro, pobreza creciente, dependencia y rebelión creciente. Pero el PSOE andaluz es el mesías del PSOE nacional: necesita seguir ganando para que el socialismo nacional siga vivo, aunque sea pasando por encima de Suresnes y sus vejestorios. Tiene un por qué, una causa, una tierra prometida y lo va a intentar cuando se libere del dogal de IU. 

El PP andaluz tiene que demostrar, ya desde los municipios que gobierna, que tiene una idea generosa y en gran medida liberal sobre Andalucía y su papel en la España abierta y común. Tiene que exhibir grandeza, no mezquindad. Tiene que aguzar una perspectiva limpia y amplia no una miopía degenerativa. Tiene que saber que ha llegado donde ha llegado porque ha estado subido a hombros de gigantes, de muchos hombres y mujeres de buena voluntad. Es trágico ser desagradecido con el pasado no sólo porque es de mal nacido sino porque es propio de mentes o torvas u obtusas. El PP andaluz comienza una nueva etapa sin candidato proclamado (o candidata, claro) a la presidencia de la Junta en un momento en que cualquier convocatoria de elecciones anticipadas a cualquier nivel, lo sometería a una severa crisis. El PP andaluz comienza la nueva etapa sin la aureola carismática de un Arenas incansable, con grandes defectos pero con grandes virtudes, a quien la vista de lince sólo le ha fallado al final. Puede seguir su camino, lento pero ascendente, o perder el norte y el sur.

Creer que el congreso del PP autonómico –ya no andaluz en los papeles–, ha sido un bálsamo milagroso sobre las heridas es un error. Nadie dice nada, es cierto, en público y en voz alta, como es habitual en esta nuestra democracia enferma. Pero si el PP se ensimisma y se centra en cornearse a sí mismo sin liderazgos consolidados, sin candidato electo y sin una unidad labrada sobre roca (las rocas no se improvisan), puede sufrir más de lo que se espera. Puede ser una Santa María o un Titanic. Todo va a depender de un ocupadísimo Juan Ignacio Zoido, buena persona cogida a contrapié por esta historia, que tendrá que decidirse por el paisaje del águila o por el alambrado del gallinero. Ayuda no le va a faltar, si es que la pide.

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