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Perder por incomparecencia

La liquidación del ministro de Defensa de Asad y de su cuñado es un punto de inflexión. Parece que el Ejército Sirio Libre puede derrocar al tirano y Occidente tendrá que apresurarse a subirse al carro de los vencedores para influir algo.

La liquidación, aparentemente por la oposición, del ministro de Defensa de Asad y de su cuñado es un punto de inflexión en la guerra siria. Parece que el Ejército Sirio Libre puede derrocar al tirano y Occidente tendrá que apresurarse a subirse al carro de los vencedores para influir algo.

Desde su inicio hace diecisiete meses, esta guerra, que se ha llevado 17.000 vidas, difería sustancialmente del resto de la primavera árabe. Occidente tenía un interés directo en derrotar a Asad.

Que su simpática esposa Asma apareciera en Vogue con todos los caracteres de la jet set occidental y que tratara aparentemente bien a los cristianos no debe hacer olvidar que el régimen nazi –significado del partido Baaz, antaño identificado como laico por la progresía– de la familia Asad es el peón de Irán en el Mediterráneo. Bachar y su padre Hafez dirigían una empresa criminal que liquidaba políticos en el Líbano, perpetuaba una república hereditaria y protegía terroristas de Hezbolá y ocasionalmente de Hamás. Que Occidente tratase con él y se resistiese, con la reticencia del ministro inglés de Exteriores, a intervenir demuestra hasta qué punto entendimos mal que la convivencia con las tiranías orientales, del que este sistema emparentado con el Irak de Sadam es caso paradigmático, ya es inviable.

Recordamos hoy a quienes deseaban entregar a Asad los Altos del Golán en poder de Israel, pero reclamados por Siria. Del mismo Golán del que, según la inteligencia israelí, Asad movió tropas para defender Damasco. El frente allí abierto desde el domingo puede ser definitivo si es cierta la eliminación de la cúpula de seguridad o su inhabilitación. A ello se suman las recientes defecciones, en número de 20, incluyendo la huida a Francia del general Tlass, hijo de un antiguo ministro.

Occidente estuvo pendiente desde abril del éxito del fracasado Kofi Annan, cuyo plan de paz sería cómico si no fuera trágico dado el atroz incremento de la violencia desde entonces. El último síntoma lo daba la matanza de la aldea de Triemse y la humillación de los observadores recluidos en hoteles por los ataques. Inglaterra pretendía vincular ayer su continuidad a la aceptación por parte del Consejo de Seguridad de una resolución sancionadora en el marco del capítulo 7, con amenaza de violencia, pero Rusia impidió su voto.

Si el ESL manda mañana en Damasco, deberá poco al abstencionismo occidental incapaz de defender su propio interés. La pérdida de influencia de Irán sería un activo estratégico extraordinario, la desaparición de la tutela sobre el Líbano una liberación y, de hacer caso a fuentes israelíes, que consideran más factible hablar con la Hermandad Musulmana siria que con sus primos egipcios, las implicaciones serían incalculables. Acaso no sea tarde para apoyar a los nuevos poderes y las acusaciones del régimen a los servicios secretos occidentales sean ciertas. Esta cerca el fin de un dictador que no es un tirano más, sino el representante de un régimen criminal muy hostil a Occidente.

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