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José Ramón García-Hernández

Mirar al pasado para proyectarse en el futuro

El poder es capacidad y relación y para eso hay que abundar en los dos términos. De lo contrario, el gran riesgo es que el siglo XXI entre en veredas antidemocráticas y poco representativas.

Esta frase de Edmund Burke sirve para ejemplificar lo que tienen que ser las trayectorias en la solución de los problemas a los que debemos hacer frente. A Burke le tocó lidiar con el mayor cambio de legitimidad política que ha vivido la historia de forma repentina, de tal manera que él es el único que vislumbró lo que nos traería la Edad Contemporánea.

Y ahora nos encontramos en otro vórtice de la evolución política reciente con frentes internacionales que son difusos como también lo son los aliados y los enemigos. A veces, si no fuera porque son demasiado reales, se parecerían peligrosamente a las pruebas que Jasón tuvo que pasar con sus Argonautas: los mercados, la prima de riesgo, las amenazas asimétricas, el cambio climático, y por desgracia una lista abierta que pone al límite los recursos exigidos para aquellos que analizaban la Guerra Fría y el Nuevo Orden Internacional. Y en el fondo, estos debates ya estaban anticipados pero no parecieron que sus respuestas fueran necesarias, éstas podían esperar para que las devoraran las circunstancias como está siendo el caso.

La Globalización, las pandemias, la escasez alimentaria o energética están aquí. Los olvidadizos nos presentan las oportunidades, pero olvidan que sólo aquellas situaciones que se gestionan se transforman en oportunidades, si no claramente se tornan en amenazas. No hay ninguna moneda que se quede de canto en el orden internacional, ni tan siquiera el euro.

La respuesta, como anticipó Burke, no puede jugar con los conceptos básicos, ni con los ilusorios saltos adelante. Las respuestas en este siglo tienen que proveerse de forma democrática y no pueden excluir el liderazgo con visión, responsabilidad y sacrificio. No se puede jugar con la soberanía cuando lo que se quiere decir es poder. Soberanía es facultad última, una última ratio de la legitimidad. Si la das, la pierdes. El poder es capacidad y relación y para eso hay que abundar en los dos términos. De lo contrario, el gran riesgo es que el siglo XXI entre en veredas antidemocráticas y poco representativas.

Para algunos los grandes retos que trae la globalización se solucionan con rendiciones preventivas en las que una interpretación parcial de la realidad les daría la razón. ¿Qué puede un país contra todos los "mercados"? ¿Por qué no puedo intentar realizar reformas y modernizar mi país, y buscar aliados en Europa para luchar contra este problema transformándolo en una oportunidad? La única pega son los tiempos cortos en los que se mueve la política mediática que exigen resultados diarios. Casi al mismo ritmo que sube la prima o baja la bolsa y eso no es una solución. Por eso lo más necesario es el acuerdo y el diálogo político y las soluciones claras.

Y esa es la solución de la capacidad y de la relación. Europa empieza a entender el debate que propone España, a la vez que mejoramos las cifras para crear empleo, la primera de las prioridades de nuestro país, y para la que tenemos que limpiar antes los penosos escombros que nos encontramos por el camino. Yo confío en la capacidad de España para multiplicar sus recursos y para no aceptar con resignación debates ajenos.

Sólo necesitamos comprar tiempo, aunque todos olvidamos inmersos en nuestro presente lo que hicimos en el pasado. Y esto nos permite, en esta dificilísima situación, guiñarle un discreto ojo al futuro.

José Ramón García-Hernández es secretario ejecutivo de Relaciones Internacionales del Partido Popular

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