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Pedro de Tena

España necesita un mercedario

Necesitamos un mercedario capaz de devolvernos aquella España, u otra parecida, que fue no hace muchos años el motor de Europa.

Joaquín Sorolla pintó un cuadro titulado El Padre Jofré, defendiendo a un loco. Juan Gilaberto Jofré, valenciano, era mercedario de la orden barcelonesa de la Merced, fundada por Pedro Nolasco en el siglo XIII. Jofré fundó el primer manicomio del mundo, a principios del siglo XV, considerando que la locura era una cautividad de la razón, no un signo del demonio. Los mercedarios eran especialistas en auxilio a cautivos, esclavos, presos y locos, y se dedicaban a ello. Es más, tenían un cuarto voto por el que se comprometían en los casos que fuera menester a intercambiarse con el cautivo, aceptando así su suerte. En esta España de mercenarios –hay que ver lo que cambia una sola letra–, donde nos arruinamos poco a poco más de 46 millones de ciudadanos cada vez más ancilares, o tal vez locos, que precisamos, al parecer, un rescate inminente, necesitamos un mercedario capaz de devolvernos aquella España, u otra parecida, que fue no hace muchos años el motor de Europa. Ya sé que es pedir mucho. 

No llevamos siquiera un año del nuevo gobierno del PP y las cosas no parecen mejorar adecuadamente. No sólo se hunde el voto de los populares, sino que el de los socialistas tampoco progresa, alimentando partidos que podrían ser males por conocer, a tenor de lo que ha ocurrido en Andalucía. No sólo se hunde la economía doméstica de los ciudadanos de la España de a pie, asfixiados por unos impuestos casi confiscatorios y amenazados por la cada vez menor capacidad adquisitiva de sus euros. Lo que se abisma es la confianza de los españoles en sí mismos. Al ataque de los viejos y astutos separatismos, cada vez más triunfantes, hemos sumado la cortedad de miras de los gestores del autonomismo en una interpretación suicida de la Constitución y la voracidad de una sociedad civil estatizada, alimentada y controlada por las subvenciones oficiales y no por el dinero libre de sus componentes. Todo ello ha concluido en una virulenta crisis económica y moral de la que sólo nos puede rescatar alguien con fe en la causa y disposición a correr la suerte de todos nosotros. Esto es, un mercedario, un sabio en asistir a quienes han sido atrapados por telas de araña que superan sus fuerzas. 

Luis de Guindos ya menciona la palabra rescate más allá de la intimidad, y Ana Botella, con voz de Aznar, considera que el rescate es inevitable para septiembre. Después de todos los tajos que se han dado sobre las bolsas privadas de los ciudadanos, ahora resulta que, además, hay que pedir el rescate negado hasta ayer mismo.

Independientemente de que exijamos la presencia de un historiador que nos explique con la claridad que Dios no le ha dado al gobierno de Rajoy qué coño ha pasado en España desde 2007, incluso antes, y por qué debemos pagar el pato, necesitamos un mercedario, un experto en socorro, para intermediar justamente en el rescate de quienes nunca debimos haber caído cautivos de nadie. Y, desde luego, como está claro desde Cervantes en Argel,

acábense nuestras fiestas
cesen nuestros regocijos,
que siempre en tragedia acaban
las comedias de cautivos. 

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