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Cristina Losada

La derecha que no se resigna

Ha sido la voz de una derecha que, como ella misma formuló en un discurso memorable, no se resigna.

Un político que se retira cuando está en la cresta de la ola es siempre una excepción. Tan es así, que su paso voluntario a la reserva suscita extrañeza y activa el engranaje de las especulaciones. Pero cuando se trata de la dirigente que acaba de anunciar su dimisión, un año y pico después de haber sido elegida presidenta de Madrid por segunda mayoría arrolladora, hay que tener en cuenta su condición de rara avis en la política española. Más aún, en el elenco del centroderecha. La excepción, por así decir, la lleva dentro, y esto lo acaba de confirmar con su retirada y su manera de comunicarla. Lo ha hecho con la naturalidad que la singulariza como uno de los escasísimos políticos que puede mostrar sus emociones manteniéndose libre del pegajoso exhibicionismo sentimental y oportunista.

Durante estos años, la presidenta de la Comunidad de Madrid ha sido mucho más que la presidenta de la Comunidad de Madrid. Ha sido la voz de una derecha que, como ella misma formuló en un discurso memorable, no se resigna. Que no se resigna a aceptar la superioridad moral e ideológica que la izquierda se atribuye, como si fuera un fenómeno de la naturaleza, una verdad tan sentada y probada que sólo los locos se atreven a discutirla. Esto tiene su importancia en una época en la que, no sólo en España, pero aquí especialmente, el pensamiento político –y hasta el pensamiento sin más– se ha convertido poco menos que en sinónimo de izquierda.

Para Esperanza Aguirre, la derecha, en lugar de acomodarse a aquella hegemonía cultural, limitarse a ocupar un rincón vergonzante y ocultarse bajo eufemismos, debía dar la batalla de las ideas. Al menos desde la Transición, nadie más ha propuesto una tarea tan ambiciosa. Tarea que ella señaló también como indispensable para que los Gobiernos del Partido Popular no fueran una rareza, un mero interludio. Sin duda, una presidencia autonómica es un espacio limitado para un proyecto de ese calibre, pero Aguirre ha mantenido encendida la llama que alimenta la tradición liberal española.

Recuerdo como si fuera ayer, aunque esto siempre pasa, la primera vez que vi a la presidenta. En cuanto habló –era una entrevista en la radio–, de haber estado en clase, yo hubiera anunciado: "Niños, he aquí a un líder político. No puedo explicar por qué lo es, pero sabéis que lo es cuando lo tenéis delante". Llevaba una chaqueta roja y un bolso gastado. Sí, nos cuesta mucho cambiarlos. ¡Lo que habrá sido tomar la decisión de retirarse! Cómo no emocionarse. No se abandona una larga carrera, no se cambia radicalmente de vida sin un temblor de nostalgia. Ella echará de menos la política, pero la política aún la echará más en falta.

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