Colabora
Cayetano González

El papa Francisco: gestos y decisiones

Los que ahora jalean y aplauden con más fuerza los gestos del papa Francisco serán los primeros en criticarle cuando defienda la doctrina de siempre de la Iglesia.

El papa Francisco se ha prodigado en una serie de gestos que han tenido una indudable repercusión mediática, han sido generalmente bien acogidos y probablemente han servido para remover las conciencias de los creyentes e incluso de los que no lo son. Analizados en su conjunto, se puede llegar a la conclusión de que el Papa ha querido imprimir desde el inicio de su pontificado un estilo propio poniendo especialmente el acento en la austeridad, en la humildad, en la cercanía física a la gente, en la preocupación por los más necesitados.

Algunos se han quedado con la imagen del Papa lavando los pies –en los oficios del Jueves Santo– a doce jóvenes reclusos, entre los que había dos chicas, una de ellas musulmana. Otros han alabado su gesto de renunciar –al menos de momento– a vivir en los apartamentos del Vaticano para continuar haciéndolo en la Residencia de Santa Marta. Se han destacado asimismo detalles como que la cruz pectoral o el anillo que lleva no sean de oro; o que haya renunciado al papamóvil. En fin, un conjunto de gestos que no constituyen ni de lejos lo esencial de lo que es un pontificado, pero que sin duda pueden dar alguna pista de por dónde quiere el nuevo papa caminar. Incluso es lógico pensar que algunos de esos tendrán que irse adecuando a lo que también debe ser una prioridad: la seguridad personal de Francisco, sobre todo después del precedente del atentado contra Juan Pablo II en la mismísima Plaza de San Pedro.

El tiempo de los gestos tiene, por así decirlo, su límite temporal. Pasadas estas primeras semanas –en las que también le ha tocado presidir los siempre importantes actos litúrgicos de la Semana Santa–, el papa Francisco tendrá que empezar a tomar decisiones cruciales para el devenir de su pontificado. La primera será la de elegir a su equipo de colaboradores más cercanos, comenzando por el número dos, es decir, el secretario de Estado. Los expertos vaticanistas –esos mismos que no dieron ni una en las quinielas del cónclave– coinciden en señalar que una de las carencias que tuvo que sufrir Benedicto XVI fue la derivada de –por ser clementes– la mala gestión de su secretario de Estado, el cardenal italiano Tarcisio Bertone.

Junto a ese nombramiento clave, el Papa tendrá que designar a los prefectos de las diferentes congregaciones que componen la curia y que abarcan áreas tan importantes como la doctrina de la fe, la liturgia, las órdenes religiosas, la evangelización, la educación o los obispos. Por no hablar del puesto de portavoz, que durante el pontificado de Benedicto XVI ocupó el jesuita Federico Lombardi.

Igualmente, el Papa tendrá que empezar a elaborar lo que podría denominarse el cuerpo doctrinal de su pontificado, que irá plasmándose en sus escritos, homilías, cartas, exhortaciones apostólicas o encíclicas. Así lo han hecho todos sus predecesores más recientes, desde Juan XXIII hasta Benedicto XVI, pasando por Pablo VI y Juan Pablo II.

No hace falta tener dotes de profeta para saber que los que ahora jalean y aplauden con más fuerza los gestos del papa Francisco serán los primeros en criticarle y en dedicarle todo tipo de descalificaciones cuando defienda la doctrina de siempre de la Iglesia en cuestiones como el aborto, la eutanasia, la indisolubilidad del matrimonio, la familia, el derecho a la educación religiosa o el celibato sacerdotal, por poner sólo unos ejemplos. Y esa hora llegará.

De todos los momentos de este nuevo pontificado, si uno destaca sobre todos los demás es el encuentro del papa Francisco con el papa emérito Benedicto XVI hace unos días en Castel Gandolfo. El comportamiento que ha tenido Benedicto XVI desde su renuncia, y más específicamente desde la tarde del 28 de febrero, cuando abandonó el Vaticano, ha sido ejemplar. El Papa emérito dijo que se iba por el bien de la Iglesia y que se dedicaría a la oración, a la lectura y a la escritura. Todo un ejemplo de saber retirarse y dejar paso a su sucesor, sin interferencias ni mandos a distancia. 

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