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Pedro de Tena

Susana Díaz, ¿misión imposible?

¿Quiere Susana Díaz un cambio? Si lo quiere, lo quiere dentro del PSOE andaluz, hacerse con todo el poder para... ¿qué?

Alcalá Zamora dejó escrito que para conducir y liderar a buen puerto un cambio político es necesario disponer de autoridad, prestigio y experiencia. Si el de Priego llevase razón, la operación Susana Díaz no tendría otro efecto que el de aplazar la muerte del régimen andaluz. La recién elegida mandamás del PSOE andaluz, sostén ya del socialismo nacional, no tiene autoridad, ni en su sentido clásico. Sabido es que autoridad deriva de auctor, el que hace crecer y de ahí la venerada autoridad moral. Aquí, la única que ha crecido ha sido ella misma hasta extremos tan insospechados que deja adivinar la existencia de un cerebro gris tras su vertiginosa ascensión al cielo del poder. No, no tiene autoridad sino mando, poder, capacidad de coacción. Tampoco tiene prestigio salvo en la asignatura de subir como sea y a costa de quien sea. Y no tiene más que unos meses de experiencia al frente de una institución importante, la Junta de Andalucía. Pero, claro, ¿quiere Susana Díaz un cambio? Si lo quiere, lo quiere dentro del PSOE andaluz, hacerse con todo el poder para... ¿qué? No puede querer otra cosa que mantener la tela de araña que sostiene al régimen sindical-socialista de la que ella es su representante máxima.

Susana Díaz logró ayer una mayoría a la búlgara que hacía tiempo no se veía en el patio socialista andaluz, lo que indica, más que el acuerdo sobre su persona y sus intenciones el miedo a perder prebendas y privilegios que invade a los que durante dos generaciones se han beneficiado del régimen andaluz. En un momento de grave crisis, los antiguos romanos recurrían a la dictadura, esto es, una autoridad excepcional por seis meses. Es lo que acaba de hacer el PSOE en Andalucía pero sin fecha de caducidad. Si Susana Díaz va a ser una Cincinata, que salva al PSOE andaluz de la hoguera judicial, del descrédito moral y de la evidencia de un fracaso histórico (Andalucia está a la cola de casi todo tras 32 años de socialismo) y luego vuelve al arado, parece que no. Susana Díaz, por edad y por su osada trayectoria bien conocida en el PSOE sevillano, ha venido para quedarse y si logra la victoria contra el PP andaluz en las próximas elecciones europeas (que serán decisivas en Andalucía), en las municipales, en las generales y en las andaluzas, cruzará el Rubicón para ocupar Ferraz, en persona o por delegación.

Pero primero tiene que convencer a los andaluces de que son propiedad política del socialismo, que Andalucía es genéticamente de izquierdas y que, al estilo de los nacionalismos catalán y vasco, entre el Sur y el PSOE, hay una identidad compartida. Esta añagaza, que casi triunfa, estuvo a punto de ser dinamitada por Javier Arenas tras años de intenso esfuerzo. Luego tiene que mostrar a los andaluces que el régimen sindical-socialista con el apósito temporal de Izquierda Unida produce su felicidad aunque todas las ratios la hagan una de las regiones más pobres y alejadas de las medidas del bienestar de Europa. Naturalmente, tiene que asentar la tela de araña tejida de manera inmisericorde sobre los andaluces, la administración, las instituciones, las empresas, la educación, la sanidad, la comunicación,etc., de modo que el despotismo blando no deje paso jamás a una democracia abierta y en mayor medida liberal. Finalmente, tendrá que hacer una gigantesca operación de imagen y comunicación para que la corrupción sindical-socialista no lo parezca tanto ni aun cuando haya procesos escandalosos y condenas de traca. ¿Es todo esto una misión imposible?

Dependerá del PP andaluz, del PP nacional, de los que creemos que la alternancia política en Andalucía es la conditio sine qua non de una regeneración política nacional y de la rebelión ética y sentimental que todos ellos sean capaces de animar en la cansada sociedad andaluza. Por la libertad hacia el bienestar o por el régimen más aún hacia la cola de España y Europa. He aquí la cuestión.

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