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Carmelo Jordá

Ana, déjalo

Tus compañeros tienen razón, Ana, déjalo, no te presentes, sería un error y no un error cualquiera, sino el mayor que hayas podido cometer en tu vida.

Querida Ana, permíteme que te tutee, pero una carta como esta queda demasiado lejana e impersonal si me quedo en el usted, y yo no quiero que esta sea una carta fría, a pesar de que tú tienes una cierta fama, quizá inmerecida, de mujer un tanto gélida.

Te escribo a tenor de lo que todos los periódicos destacan de tu intervención ante los medios de comunicación este lunes, en la que anunciaste algunas bajadas de impuestos –muy bien, ese sí que es el camino– y en la que todos entendieron que tenías intención de presentarte a las elecciones del próximo año.

Mis espías paraguayos, como diría Luis Herrero, me aseguran que efectivamente tú quieres presentarte; los uruguayos me dicen que tal posibilidad causa en tu partido un horror poco menos que indescriptible.

Tus compañeros tienen razón, Ana, déjalo, no te presentes, sería un error y no un error cualquiera, sino el mayor que hayas podido cometer en tu vida. No sólo porque perderías allí donde el PP lleva seis votaciones arrasando, sino que lo harías por goleada.

Sé que piensas que no es justo ni tan siquiera darte la oportunidad y que tu gestión, que probablemente no ha sido mala, seguramente sí ha sido la más difícil en el Ayuntamiento de Madrid, después de que tu antecesor dejase la cosa municipal como un solar al que hubiesen pegado fuego tras el paso de Atila. Pero es que la vida no es justa, a veces, y la vida política aún menos: con lo mal alcalde que ha sido él –y lo mal presidente de la Comunidad– y ahí lo tienes, ganando tres veces las elecciones.

Y es que para ganar elecciones hacen falta otras cosas, y no sólo capacidad de gestión. No sé bien cómo decirte esto, Ana, porque me pongo en tu posición y sé que no es fácil asumir qué cualidades nos faltan, pero hay una cosa que se llama empatía, y tú no la tienes. No caes simpática, no ya entre aquellos que tampoco te votarían aunque fueses entrañable como Mari Carrillo, es que a los tuyos tampoco.

Tienes otras virtudes, sí, pero ni tú misma te ves en un mitin de campaña arengando a los votantes. Yo sé –y tú también lo sabes, en el fondo– que no serías capaz de enardecer ni a los pipiolos de NNGG, que son el público más fácil y memo sobre la faz de la tierra.

Estás a tiempo de no cometer ese tremendo error, y no debes dejarte engañar por los que dicen querer tu bien pero en realidad se agarran a lo que ven como la última tabla de su propia salvación; estás a tiempo de retirarte después de una gestión correcta en el momento más difícil, y si te vas en mayo de 2015 lo harás con la cabeza muy alta, presumiendo de haber evitado la quiebra de una ciudad que te dejaron arruinada. Pero si lo haces después, ay, lo harás tras la más estruendosa derrota.

Ana, déjalo, no te presentes a las elecciones, es por tu bien.

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