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Pedro de Tena

Los manipuladores de la conciencia

Antes de gritar, escrachar o manifestarse sin escrúpulo alguno, hay que conocer qué ha ocurrido en esta nación llamada España.

Vuelven con la crisis institucional, intelectual y política los manipuladores de los jóvenes. Si hay algo despreciable en una sociedad abierta y democrática es que sus jóvenes sean adoctrinados en lugar de ser instruidos y formados. Por supuesto que no es nuevo. Todos los tiranos de la Historia se han alimentado de la fragilidad del conocimiento y la experiencia de los jovenes. Cuentan los clásicos cómo el brutal Nerón seleccionó a una cohorte de 5.000 adolescente aclamatistas para que le cantaran Bene et praeclare, Belle et festive, Non potest melius o el Vivat, floreas, valeas, vincas y demás. Todos recordamos las imágenes sobrecogedoras de las legiones de adolescentes, casi niños, nazis combatiendo al final de la Segunda Guerra Mundial y, en su intermedio, cantando las bondades del Führer. En realidad, todas las organizaciones que han sentido la vocación del adoctrinamiento, desde la Iglesia a los partidos autoritarios (memento para la OJE), han procurado incrustar sus mensajes en el blando cerebro de los adolescentes.

El aprovechamiento de la ingenuidad juvenil también ha sido practicado por los partidos políticos que se dicen democráticos. El PSOE tiene sus juventudes y, por extraño que parezca, también el PP. Frutos de esa cantera son numerosos dirigentes actuales de la escena política española. Los liberales también han tenido y tienen juventudes en un acto de contradicción suprema. Pero incluso las más funestas invasiones intelectuales de la conciencia –el totalitarismo consiste sencillamente en meter al Estado-partido y sus consignas en la intimidad del alma hasta el punto de hacerle inútil para la libertad, como recordó Hanna Arendt– eran al menos consistentes y, en algunas ocasiones, racionales. Fuese la grandeza de Roma, la salvación de las almas o la instauración del comunismo, los manipuladores de los jóvenes les aportaban un discurso con fundamentos racionales. La Iglesia aportaba toda una teología resumida, el catecismo. Incluso el comunismo, ideología totalitaria por excelencia, siempre quiso presentar una apariencia de cientificidad. De hecho, se contrapuso siempre al socialismo utópico o moral y apeló a los mecanismos inevitables de la historia para proponerse como única referencia del futuro.

Ahora los manipuladores de los jóvenes fundamentan su conquista en discursos fragmentados, en espectáculos preparados y redes sociales que cohabitan con las órdenes y consignas de toda la vida. En un reciente vídeo memorable, se veía al todavía líder de Podemos animando a unos jóvenes estudiantes universitarios –presas fáciles porque a su debilidad intelectual y moral unen una soberbia insuperable, cosa que sé porque fui uno de ellos– a escrachar a Rosa Díez en un acto académico. Carne de cañón para sus desalmados manipuladores, los jóvenes españoles tienen que decidir si prefieren la verdad y la moderación, comprender los hechos y valorar razonablemente las circunstancias o convertirse en "bultitos" como llamaba un viejo sinvergüenza jerezano a quienes pensaba timar sin miramiento. Y los que somos padres de jóvenes tenemos la obligación sagrada de impedir este creciente clima de adoctrinamiento irracional para preservar la libertad de nuestros hijos.

Antes de gritar, escrachar o manifestarse sin escrúpulo alguno, hay que conocer qué ha ocurrido en esta nación llamada España, qué ha ocurrido en el mundo y una vez instruidos, tomar decisiones en plena libertad. Si hacemos esto, disfrutaremos largo tiempo de una democracia digna. Si no, si a quien no piensa como nosotros le llamamos "perro", "reaccionario", "fascista" o lo que sea, la suerte estará echada.

En España

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