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Obama no es Jimmy Carter. Es peor

La mayor parte de lo que Obama ha destrozado no se puede arreglar. Pero al menos podría darle al próximo presidente una oportunidad de hacer algo.

Jimmy Carter ha ostentado durante mucho tiempo la reputación de haber autorizado la política exterior más ineficaz de la historia de la Presidencia moderna.

Pero, siendo honestos, Carter merece algo mejor.

Cuando este oriundo de Plains, Georgia, se trasladó a la Casa Blanca lo hizo con aires antisistema. En particular, en lo referente a relaciones internacionales y defensa, Carter prometió que sus políticas no se parecerían en nada a las acostumbradas.

Estados Unidos, afirmaba Carter, podía hacer menos en el mundo. Así que planeó sacar a las tropas americanas de Corea. Su política exterior estaría basada en impulsar los derechos humanos y las conversaciones de paz en vez de en la guerra.

Sin embargo, desde un primer momento, casi ninguna iniciativa de política exterior le salió bien. Aunque los acuerdos de Camp David condujeron finalmente al tratado de paz egipcio-israelí de 1979, no supusieron un acuerdo de paz entre Israel y los palestinos, ya que éstos lo rechazaron desde el principio. Ahora que se recrudece la guerra entre Israel y Hamás, se debe recordar que los acuerdos nunca se alcanzaron con la promesa de establecer una hoja de ruta hacia una paz a largo plazo.

No obstante, donde Carter más se esforzó fue en las relaciones con la Unión Soviética. Moscú veía el malestar post Vietnam de Washington como una clara señal de que el siglo americano había acabado prematuramente. Y los soviéticos siguieron a la ofensiva en casi cada rincón del planeta.

La invasión soviética de Afganistán movió a la acción a Carter de una manera que casi se ha olvidado. La mayoría de los americanos recuerda la inútil decisión de retirar a la delegación de Estados Unidos de los inminentes Juegos Olímpicos de Moscú, gesto contraproducente que poco logró. Pero cuando su mandato presidencial se acercaba a su final, aparentemente Carter decidió que estaba cansado de ser el felpudo de Moscú en política exterior. Anunció la Doctrina Carter, advirtiendo a los soviéticos de que protegería los intereses de Estados Unidos en Oriente Medio "por la fuerza" si fuera "necesario". Y ordenó el establecimiento de una fuerza de despliegue rápido que sería capaz de trasladar un importante contingente militar de Estados Unidos al Golfo Pérsico. Además, impulsó el desarrollo de una nueva generación de capacidades militares e incluso propuso incrementar el gasto en defensa, que había estado en caída libre desde el final de la Guerra de Vietnam.

Este estallido de seriedad no salvó su presidencia. El pobre estado de la economía nacional, junto al bochorno por la situación de los rehenes en la embajada de Estados Unidos en Teherán, hizo inútil su empeño por obtener la reelección. No obstante, Carter abandonó el cargo entre indicios de que había aprendido de sus errores.

Un chiste habitual entre los conservadores durante la campaña de 2012 fue que si Obama era reelegido los americanos sabrían por fin cómo hubiera sido el segundo mandato de Carter. Carter podría haber sido un presidente más audaz en su segundo mandato, pero resulta evidente que Obama, por el contrario, no lo ha sido. La agenda de su segundo mandato ha ido dando tumbos del bochorno al fracaso.

Es más, Obama no ha mostrado ningún signo de reconocimiento de que sus políticas han contribuido en gran medida a los reveses que ha sufrido en prácticamente todos los frentes, desde la relación con Moscú a la propagación de la amenaza del terrorismo transnacional.

En ningún rincón del mundo ha sido testigo Obama de más reveses que en Medio Oriente. Y se está quedando sin tiempo para arreglar el caos que ha creado antes de dejar el cargo.

La mayor parte de lo que Obama ha destrozado no se puede arreglar. Pero al menos podría darle al próximo presidente una oportunidad de luchar por seguir el ejemplo de Carter y hacer algo.

Revertir la atrofia de las capacidades militares de Estados Unidos sería un comienzo. También podría forjar relaciones sólidas con los países que Estados Unidos necesitará para establecer firmes cimientos en su política para Oriente Medio. Estados Unidos necesita una serie de fuertes alianzas bilaterales, desde Turquía a Jordania, pasando por Israel, Egipto, Marruecos, Níger, Túnez y Argelia, con el fin de ayudar a restaurar la estabilidad en Oriente Medio y el norte de África.

Sin embargo, y hasta ahora, comparar a Obama con Carter es un insulto para Carter.

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