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José Carlos Rodríguez

Obama, en su último cuarto

Los estadounidenses ven a Barack Obama como un buen hombre, pero "incompetente".

Los estadounidenses ven a Barack Obama como un buen hombre, pero "incompetente".

El presidente de la Constitución de los Estados Unidos es poco más que el jefe de la Administración que adquiere relevancia en caso de guerra, pues tiene entonces que comandar el Ejército, y que ejerce un poder de liderazgo moderador, republicano. El presidente histórico es muy diferente, claro está. Sólo George Washington se acercó, sin confundirse con él, a ese ideal.

Una de sus escuetas funciones es la de informar, de cuando en cuando, sobre el estado de la nación. Una función que ha cristalizado en institución inamovible, el Discurso sobre el Estado de la Unión, que se envía al Congreso de forma ininterrumpida desde 1790. Uso el verbo enviar porque hasta Woodrow Wilson los presidentes no cometían el pecado de violentar al Congreso con su presencia y mandaban una misiva.

Hoy la comunicación y los medios audiovisuales se confunden, y nadie entendería que Barack Obama retornase a la carta para comunicar su visión de cómo está el país ("robusto", ha dicho), así como sus planes para el futuro inmediato. Y menos que nadie él, capaz de encandilar a todo un país sin un discurso claro pero con una imagen brillante, cautivadora, capaz de hacer creer que él podía.

Este ha sido su sexto y penúltimo Discurso sobre el Estado de la Unión. Según dijo en diciembre, está "en el último cuarto" de su presidencia. En el baloncesto es el cuarto definitivo, en el que se pierden o ganan los partidos. Obama lo tiene difícil. No ha sabido lidiar con un Congreso de mayoría republicana en la Cámara de Representantes. Menos lo logrará con los republicanos mandando además en el Senado.

Obama ha salvado el muro de la Cámara de Representantes goberando a base de decretos. Los decretos, "órdenes ejecutivas" en el lenguaje de allí, son una costumbre del ejercicio del presidente, un instrumento para tomar decisiones sobre la Administración o aclarar algún aspecto de la aplicación de una ley. Pero Obama las ha utilizado para legislar, una función que no le pertenece y que es exclusiva del Congreso.

En el Discurso sobre el Estado de la Unión ha fijado nuevos objetivos para su presidencia, y para llevarlos a cabo tendrá que llegar a algún acuerdo con los republicano o seguir recurriendo a los decretos. El premio Nobel de la Paz blasona de que su política exterior se basa en el uso del "poder militar" combinado con "una diplomacia fuerte". Pero, a juzgar por su discurso, lo que le queda de presidencia lo va a dedicar más a cuestiones domésticas. A su política la ha llamado "economía de la clase media". Presume de que el empleo crece al mayor ritmo desde 1999, lo que es cierto, y que los sueldos han subido, lo que es falso. Pero es verdad que hay un crecimiento acelerado de la economía, y él ha utilizado la expresión "pasar página" para referirse a la crisis.

No se puede acusar a Barack Obama de ser original en la política. Ha prometido rebajar a cero el coste de ciertas universidades (comunitarias), pues dos de cada tres nuevos empleos exigen tener un título universitario. Y dice que sacará los cuantiosos fondos para pagar este nuevo gasto comprometido de subirle los impuestos a los más ricos.

Nada de lo dicho lo puede hacer él. Los impuestos, el gasto, todo eso está en manos del Congreso. Por eso dice que su política económica ha funcionado y que seguirá haciéndolo "si no se inmiscuye la política". Es decir, si la mayoría republicana en las dos Cámaras ("la política") no actúa como le han pedido los votantes. Tampoco tienen visos de prosperar, legalmente al menos, otras propuestas que ha hecho el presidente: igualar por ley los sueldos de hombres y mujeres, elevar el salario mínimo, fortalecer a los sindicatos, obligar a las grandes empresas a tributar los beneficios en los Estados Unidos o cerrar, por fin, Guantánamo.

Lo mismo cabe decir del embargo a Cuba. Se lo ha pedido al Congreso porque sólo con una mayoría cualificada del Senado pueden entrar en vigor los tratados internacionales. Recordemos que la Sociedad de Naciones es una creación de Woodrow Wilson, y que los Estados Unidos no se sumaron a ella por la negativa del Senado. Lo mismo cabe decir de Bill Clinton y el Tratado de Kioto. No es fácil que vaya a encontrar el apoyo necesario.

Otras de sus propuestas tienen un futuro menos negro, como rebajar los impuestos a la clase media, colaborar en la inversión en infraestructuras u obtener del Congreso la autorización para el uso de la fuerza contra Estado Islámico.

Los estadounidenses ven a Barack Obama como un buen hombre, pero "incompetente". En los últimos dos años, según recoge un estudio, Obama ha demostrado una creciente incapacidad para lograr que sus propuestas se conviertan en ley; de hecho es el peor de presidente en lograr sus propósitos legislativos desde Lyndon B. Johnson.

Obama tendrá que recurrir al veto, una prerrogativa expresamente recogida en la Constitución, para desactivar algunas de las bombas programadas que le llegarán del Congreso, como privar de fondos su política migratoria o su reforma sanitaria, o la ley que recorre en estos días los pasillos del Capitolio y que prevé prohibir los abortos más allá de la semana 20 de embarazo.

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