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Amando de Miguel

Ojo a la reiteración

Tengo mis dudas sobre la efectividad de la repetición incesante en las campañas de propaganda. Puede llegar a fatigar.

Se atribuye al político nazi Joseph Goebbels la idea de que la repetición constante de una consigna es lo que la hace efectiva. Los seguidores actuales de su doctrina canturrean enajenados: "Sí se puede, sí se puede, sí se puede". Así, hasta la extenuación. Más parece una letanía de los hotentotes alrededor de la hoguera ritual, con perdón de los hotentotes. Mejor los cafres, que no existen.

Tengo mis dudas sobre la efectividad de la repetición incesante en las campañas de propaganda. Puede llegar a fatigar, a conseguir el efecto contrario al deseado. Vean la publicidad en los carteles de las estaciones de metro en Madrid. Se conoce que no hay mucha demanda de espacios. Para que no se note el vacío, los directivos del metro han decidido estampar unos carteles propios que no se sabe qué anuncian. Se supone que son una promoción del metro, aunque en ese caso sería mejor que la pusieran en superficie. Las fotografías de esos anuncios son espléndidas, pero fatiga su repetición. En todas las estaciones, pasillo tras pasillo, se encuentra uno con las mismas caras, pues se trata siempre de muy pocas variaciones. Al final, una persona que viaje mucho en metro (como un servidor) acaba odiando a los personajes de los carteles, que no se sabe qué anuncian. Es un ejemplo mínimo, pero que tendrían que apuntar los ejecutivos de cuentas de las empresas publicitarias. Cuidado con la excesiva repetición. Aplíquese a todos los medios. Es tal la miríada de anuncios que lo efectivo es la novedad, no la reiteración. Hay musiquillas incorporadas a ciertos anuncios de la radio o la tele que, cuando empiezan, cambio de emisora o de canal.

No aprenden. Últimamente, recibo a todas horas (literalmente) una oferta de "pelis" (así lo dicen, en plan colega) a través del móvil. Al principio me llegó a interesar, pero, vista la contumacia con la que insisten en el mensaje, he acabado hastiado de la empresa cinéfila.

El principio que digo se puede extender a la política. Por favor, dejen de insistir en que el Gobierno asegura la creación de no sé cuántos puestos de trabajo. No me vuelvan a argumentar que los empleos que se crean son precarios. No me repitan que están a favor del diálogo, del pacto, del consenso, de la estabilidad y demás zarandajas de la misma suerte. Lo que de verdad persiguen los políticos de cualquier color es disfrutar de los privilegios y contactos que les da un puesto público, sea como gobernantes o como opositores. Sean sinceros. Se trata de un mal necesario, pues los dineros del común alguien tiene que administrarlos. Nadie puede monopolizar la persecución del interés general. Me basta con que los administradores sean honrados y competentes.

Me cuesta creer que, ante las próximas elecciones, se van a repetir los mítines a los convencidos, los carteles de las caras que ya conocemos, las muletillas tantas veces oídas. (Y digo oídas, no escuchadas). Mucho aguante debemos de tener los súbditos cuando tan poca resistencia ofrecemos a la rutina de las campañas electorales. Un consejo para el éxito de un candidato: pruebe a decir algo nuevo. No me venda la moto de que está usted a favor del interés general y condena la corrupción, venga de donde venga. Sea más original. Otra cosa, ante el micrófono, no grite, por favor.

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