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Eva Miquel Subías

La fina piel del azotador

La democracia que les ha permitido tener un altavoz meritoriamente conseguido es la misma que les demanda tolerancia con la opinión de los demás.

Tras el comunicado de la Asociación de Prensa de Madrid en el que se ponía de manifiesto las amenazas y el acoso a una parte de los periodistas que integran la organización por parte de responsables de Podemos y a la que pidieron amparo, la portavoz de la formación política se ha puesto manos a la obra para coordinar el contraataque.

Para ello, según leo en estos momentos, van a utilizar como base un informe de la Universidad de Oxford en el que hace constar que los medios españoles son uno de los menos creíbles de toda Europa. Según se lee en el informe de 2015, Estados Unidos sale peor parado todavía. El informe de 2016 mejora algo, pero no varía demasiado los rankings hasta ahora elaborados por la universidad británica.

Pero hay un pequeño detalle que no me gustaría pasar por alto.

Todos recordamos cómo se fraguó Podemos; a raíz de los movimientos y acampadas del 15-M y en plena crisis económica en la que España, como otros países, sufrieron dramáticamente sus efectos. Bien. Ahí, tras numerosas concentraciones les instamos a que se organizaran políticamente.

Y decidieron hacerlo, en una acción legítima, democrática e ilusionante para muchos simpatizantes y/o votantes.

Las heridas de los azotes demoledores y permanentes de los entonces activistas, ahora parlamentarios, siguen escociendo de lo lindo. Azotes basados en noticias y artículos publicados en medios de comunicación. Los mismos de los que ahora van a decir que no son creíbles en absoluto.

Ergo cabe deducir que tampoco lo serían entonces, cuando en ellos se basaban para denunciar una u otra situación.

Si los poderes fácticos, como están insinuando, son los que controlan la libertad de información, ¿por qué se les abrió platós de televisión, entrevistas radiofónicas en prime time y ocuparon editoriales, páginas blancas y salmón al mismo tiempo?

Un inciso. En los países donde escasea la democracia, sus dirigentes suelen tener la piel muy fina. Pueden expropiar a destajo, como en Venezuela, pueden, además, coartar la libertad, como en Cuba, pero no toleran una sola noticia que no ensalce las virtudes del régimen. Hay encarcelados no solo por pensar diferente, sino solo por atreverse a pensar, alcanzándose así un auténtico virtuosismo de la tiranía.

En Madrid y ahora, por un escrito de la responsable máxima de la APM, Podemos ha exigido denuncias formales en los juzgados, algo que ciertamente no estaría de más, aunque con ciertas actitudes en algunas memorables ruedas de prensa, uno o una se puede hacer ligeramente a la idea de lo que podrán decir en privado.

Exigen pruebas y a mí me parece justo que las exijan. Porque bien es cierto que Podemos suele dar la cara.

Pero han estado demasiado tiempo acostumbrados a ser los políticos emergentes, los cuidados por buena parte de la prensa y los admirados por haber conseguido introducirse en el establishment, con lo que cualquier colleja mediática, por diminuta que ésta pueda ser, les duele todavía más. Cualquier incoherencia reseñable o cualquier doble vara de medir que se ponga en evidencia, es interpretada como un ataque sangriento y desleal.

Tan solo por el simple hecho de poner de manifiesto un comportamiento que ellos mismos han censurado desde que se organizaban en aquellas imágenes que siguen muy vivas de la Puerta del Sol.

Y es que la misma democracia que les ha permitido tener un altavoz meritoriamente conseguido, es la misma que les demanda tolerancia con la opinión de los demás. Algo a lo que, con la piel tan fina, es francamente difícil acostumbrase.

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