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Pedro de Tena

Dos presidentes tóxicos

A Zapatero le sucederá la contaminada Susana Díaz, que ya verán. A Rajoy le heredará él mismo, a lo que se ve.

Pero no por su tendencia a un sentimentalismo de corazón, esto es, el de quien siente pesar por el sufrimiento ajeno. No, no crean que abundan esos sentimentales, sobre todo en una época donde la información sobre el sufrimiento es tal y tanta que se nos encallece el sentidero. Quienes sí crecen son los que practican un sentimentalismo manipulador de graves consecuencias. Como ha glosado hace unos días nuestra admirada Alicia Delibes en este periódico,

una sociedad que se mueve más por las emociones que por la razón puede ser fácilmente manipulada por cualquier demagogo oportunista que carezca de escrúpulos para adular los buenos sentimientos de la gente con el fin de hacerse con el poder.

Los españoles hemos tenido mala suerte con los últimos presidentes del Gobierno. El primero, el cada día más ridículo José Luis Rodríguez Zapatero, no es que no haya tenido nunca ni idea de la historia, ni de la de España ni de la de la humanidad (ni siquiera de la de sus abuelos). Es que ha querido inventarla partiendo de cero, como hacen los manipuladores. Toda la experiencia acumulada es inútil para bobos así. En vez de ver más lejos aupándose a hombros de las enseñanzas de los hechos, críticamente meditadas, exclama al modo comunista: "Si los hechos no concuerdan con nuestras teorías, pues peor para los hechos". No se ha visto bochorno mayor para un político que su actuación en Venezuela, donde ha limpiado la bota del golpista Maduro. Y ni se ha enterado. O sí. Yo no sé si cobra o no por lo que ha hecho, pero mientras él mediaba con el tirano, la democracia venezolana estaba en la calle o en la cárcel.

El segundo, Mariano Rajoy, ha implantado esta semana un sentimiento que nos faltaba y que yo mismo he percibido, eso sí y menos mal, durante un momento. Creíamos que el PP era un partido que trabajaba por la unidad y la cohesión de España. Pues Rajoy nos ha demostrado que ser independentista es un chollo, infectando al resto de España con el virus nacionalista radical. Cierto que no empezó él, que fue Franco, que creía narcotizar con dinero nacional a los antiespañoles. Rajoy, que ya ha anulado a su partido eliminando las voces críticas, y que ya ha mermado toda esperanza de regeneración porque la corrupción, ni la suya ni de la nadie, está siendo enmendada con honor, ahora va y lanza un mensaje que expresa el sentimiento siguiente: "Cuanto más antiespañol seas, más trincarás de España y sus presupuestos".

Seguramente habrá otros, pero no creo que tan tóxicos ni con tanta capacidad presente y futura para contagiar a los ciudadanos su veneno sentimentaloide. "Entre bobos anda el juego, y eran todos fulleros", escribió Gracián. Solemnes o no, uno ha querido inventarse España y la realidad (guerra civil inclusa). El otro, con su intoxicación de una eficaz anestesia, anula toda inquietud ideológica y moral e incluso, toda sensibilidad nacional.

A Zapatero le sucederá la contaminada Susana Díaz, que ya verán. A Rajoy le heredará él mismo, a lo que se ve. Esto es, como anticiparon Borges y Bioy, tenemos el tóxico infiltrado en el menú.

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