A la luz de las insalvables diferencias entre los argentinos, de la grieta que divide al país, extremadamente notoria durante estos últimos días, cuando grupos fanáticos de izquierda y kirchneristas, con la excusa de su presunta oposición a una reforma previsional, produjeron graves desmanes (o intentaron un golpe de Estado) que obligaron a la Policía a responder; dada tal división, decía, me gustaría exponer una posible solución a todos los conflictos, de hoy y de mañana.
Para este artículo me basaré en el escritor español Albert Esplugas Boter, que afirmó en uno de sus escritos que personas con ideologías opuestas en lo económico pueden convivir en paz; eso sí, aunque todos tendrían la libertad de poner en práctica el sistema que más les convenza, no podrían imponérselo al prójimo. ¿Cómo funcionaría? Veamos.
Más allá de la división entre kirchneristas, macristas y troskistas, o entre kirchneristas y troskistas por un lado y macristas por el otro, o lo que sea que haya en la telaraña política, lo importante es entender que hay en realidad dos grupos bien definidos. Uno está conformado por aquellos que creen que el Estado debe intervenir en todos (o casi todos) los aspectos de la vida, para lo cual debe recaudar muchos impuestos y procurar innumerables servicios, como la educación, la sanidad, las infraestructuras, la seguridad, las jubilaciones, etc. Para ellos, el Estado debe ser grande y fuerte y, por lo tanto, tiene que contar con incontables secretarías, subsecretarías, ministerios, etc., que generen infinidad de empleados estatales, pagados con vaya uno a saber cuánto dinero. Por supuesto, el Estado tiene también la obligación de hacerse cargo de la caridad.
Hay otro grupo de gente que piensa que muchos de esos servicios que brinda el Estado de manera forzosa y monopólica podrían ofrecerlos, de forma más eficiente y económica, empresas privadas compitiendo libremente en el mercado. Estas personas entienden que, muchas veces, lo que no se paga directamente (lo que quita el Estado con impuestos) suele ser más caro, por más que se suela presentar como gratuito. Estas personas prefieren hacerse responsables de sus aciertos y errores, y no depender de las bondades de un Gobierno. Su dinero lo quieren depositar en la compañía en que más confíen, teniendo en cuenta la relación precio-calidad, para recibir servicios previsionales, de salud, de educación, etc.
Es necesario aclarar que, al ser prácticamente imposible que las personas que prefieren sistemas tan opuestos se repartan en una especie de Argentina del Norte y Argentina del Sur (lo que sería una situación ideal), surgiría el problema de lo que en economía se conoce como free riders: así se llama a aquellos que buscan beneficiarse de un servicio que paga otro. Por lo tanto, para llevar a cabo un plan similar al expresado por Albert Esplugas Boter debemos dejar de lado, al menos por ahora y para no alargar demasiado el asunto, las Fuerzas Armadas, la Policía, las infraestructuras y la Justicia.
Como ya el lector debe de estar imaginando, la base del plan se basa en reducir la carga impositiva para el grupo de ciudadanos que no quiere recibir servicios del Estado, salvo los mencionados en el párrafo anterior. Pero ¿qué debe aceptar y qué debe resignar cada sector?
Aquellos que deseen un Estado grande y fuerte tributarán lo que decida el poder de turno para financiar todos los bienes, servicios y empleos estatales; mientras que quienes no estén interesados en recibir estos últimos no abonarán por ellos (de nuevo, salvo por los arriba mencionados) ni un peso en impuestos . El primer grupo podrá gozar tanto de las prestaciones estatales (por las que ya habrá pagado) como de las privadas (por las que tendrá que pagar), pero el segundo solamente podrá hacer uso de estas últimas. Por lo tanto, los que no tributen serán los únicos que resignarán una parte de los bienes y servicios ofrecidos en el país. No podrá existir ningún tipo de restricción para cualquier inversión interna o externa, ni para el comercio internacional. El mercado debe ser totalmente libre, con el fin de que la gente pueda elegir la mejor opción y al mejor precio.
Este escenario debería ser aceptado por las partes, ya que cada una no sólo podrá vivir bajo el sistema de su preferencia, sino que además tendrá la oportunidad de demostrar que es mejor que el otro. Un grupo podrá continuar aumentando el gasto público y el déficit y pagando por los servicios gratuitos que ofrece el Estado (así como por los planes sociales y los programas laborales). Y serán los del otro grupo los que no podrán gozar de todas esas maravillas y quedarán como rehenes del mercado, de la maldita oferta y demanda, de los precios bajos y los servicios de primera ofrecidos por empresas que invierten y generan empleo genuino. ¿Caridad? De ser necesaria, será voluntaria; de lo contrario no sería caridad. El dinero pasará de una mano a otra sin los intermediarios que se enriquecen arguyendo tener "conciencia social".
¿Qué lado elegiría usted?