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Emilio Campmany

Derecha huérfana

Rivera debería saber que, sin los votos de los electores del PP desencantados, no puede ganar las elecciones generales, tal y como ahora le auguran las encuestas.

Rivera debería saber que, sin los votos de los electores del PP desencantados, no puede ganar las elecciones generales, tal y como ahora le auguran las encuestas.
Albert Rivera | EFE

El entorno de Soraya quiso cargarse a Cifuentes para imponer un candidato suyo. Y Rajoy parecía dispuesto a repetir una operación a la murciana, influido entre otras cosas por los buenos resultados que obtiene el PP en las encuestas realizadas en la vega del Segura. Pero hete aquí que de repente el gallego, a la muy galaica manera, ha cambiado de opinión y ahora está decidido a, tal y como exige el entorno de Cospedal, sostener a la masterizada presidenta de la Comunidad de Madrid. En un análisis superficial resulta difícil de entender que el presidente del PP esté dispuesto a permitir que su partido pierda el Gobierno de una comunidad tan importante. Sin embargo, hay una sencilla explicación. El objetivo es obligar a Ciudadanos a entregar la comunidad al PSOE y sobre todo a Podemos. De esa manera, Rajoy podría enfrentar a su potencial electorado con la evidencia de que votar a Ciudadanos en las generales entraña el peligro de que acabe dando el Gobierno a Podemos.

La estrategia puede ser eficaz. Madrid es un escaparate político de primer orden. Si Ciudadanos entrega el poder a Podemos, se hará evidente para muchos que no constituye una alternativa real para el asqueado votante del PP. Rajoy y el PP serán lo que sean, pero nunca facilitarán la entrada en el Gobierno a Pablo Iglesias. Ciudadanos podría intentar contrarrestar esta estrategia culpando a Rajoy, por insistir en sostener a Cifuentes, de haber entregado la comunidad a la izquierda radical. Pero esta alegación es poco creíble si Ciudadanos vota con Podemos a Gabilondo.

Albert Rivera está en su derecho de despreciar a los votantes de derechas que confíen en él y puede no importarle desilusionarles. Pero debería saber que, sin los votos de los electores del PP desencantados, no puede ganar las elecciones generales, tal y como ahora le auguran las encuestas. Por otra parte, si Cifuentes tuviera un proceso judicial abierto por delito de corrupción, Aguado podría defender que el rigor moral de Ciudadanos le impide seguir sosteniéndola. Pero lo del máster, aunque patético y cutre, está muy lejos de ser un escándalo del calibre de los muchos que avergüenzan al PSOE y desde luego es algo nimio comparado con recibir financiación de dos potencias extranjeras, que ayudan a Podemos con el exclusivo fin de desestabilizar España y Europa.

La opción más inteligente que tienen los naranjas es la de abstenerse en la moción de censura, que hará que no prospere, y oponerse a toda iniciativa del PP mientras la comunidad siga presidida por Cifuentes. Pero quizá sea demasiado tarde para esto, una vez que se han comprometido a respaldar a Gabilondo si Cifuentes no dimite.

La derecha está huérfana. Rajoy no pasa de padrastro y Rivera no quiere hijos de derechas. El gallego parece saber bien que a todo huérfano cualquier padre le parece mejor que no tener ninguno. Y el catalán ignora que la izquierda no quiere un padre como él. A este paso, a Rajoy le pilla la jubilación en La Moncloa.

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