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Emilio Campmany

El último servicio al bipartidismo

Al final, se descubre que lo esencial, más allá de las ambiciones personales, es la protección del sistema.

Al final, se descubre que lo esencial, más allá de las ambiciones personales, es la protección del sistema.
Pedro Sánchez y Mariano Rajoy, en una imagen de archivo | EFE

Una vez que Rajoy ha renunciado a seguir en política, no hay explicación a que prefiriera dejar que Sánchez ganara su moción de censura en vez de dimitir e impedir que llegara a La Moncloa con el voto de quienes quieren destruir España. Tan sólo se alcanza a sospechar que considerara que peor sería que hubiera elecciones. Éstas no eran seguras, pero sí probables si Sánchez no conseguía, durante la ronda de consultas que tendría que haber abierto el rey, los apoyos que sí tenía para sacar adelante la moción.

Se trataría, pues, de una actitud encaminada a proteger el bipartidismo. Mientras el Gobierno esté en manos del PSOE, el PP seguirá teniendo una oportunidad de volver a él. En cambio, si cayera en manos de Ciudadanos, el PP podría estar condenado a la extinción. Y quién sabe lo que pasaría con el PSOE.

No dimitir de la Presidencia del Gobierno fue una actitud antipatriota porque permitía la llegada al poder de un irresponsable que se ha dejado respaldar por comunistas, separatistas y filoetarras, pero al menos tenía la explicación egoísta de que, de esa manera, Rajoy conservaba la vaga oportunidad de volver a la Moncloa. Si de todas formas iba a dimitir de la Presidencia del PP unos días más tarde, la decisión de dejar que la moción de censura prosperara deja de ser egoísta, pero sigue siendo igual de antipatriota. Y encima no ha obtenido con ella ningún beneficio.

Al final, se descubre que lo esencial, más allá de las ambiciones personales, es la protección del sistema, lo que incluye no sólo al PP y al PSOE, sino a los nacionalistas y, hasta cierto punto, a los de Podemos, que no dejan de ser los comunistas de siempre, útiles sólo para completar mayorías del PSOE. A ese sistema no pertenece Ciudadanos, no sólo por su marcado carácter antinacionalista, sino sobre todo por su vocación centrista, que le permite aspirar a ser partido mayoritario en perjuicio del PP y del PSOE. El objetivo es impedir que haga con uno de los dos lo que AP hizo con la UCD.

La protección del sistema incluye especialmente la negociación con ETA. No es casualidad que Rajoy, en su despedida, haya querido colgarse la medalla de ser el único presidente que no negoció con la banda. Es verdad, lo suyo es mucho peor. Pues, aunque no negociara, lo que hizo, después de ganar unas elecciones por oponerse a la negociación, fue aceptar el resultado de la misma y asumir los compromisos que se adquirieron en virtud de ella. Al menos Zapatero siempre defendió esa solución al terrorismo. Rajoy se apoyó en la negativa a hincar la rodilla de muchos españoles para llegar a presidente y luego traicionó a sus votantes dando por buenas las cesiones de Zapatero. Eso sí que no lo ha hecho ningún presidente del Gobierno. No puede extrañar que el último servicio de un gobernante así haya sido, no a España, sino a su partido y al PSOE.

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