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Cristina Losada

Una salida impracticable

Con su propuesta, Rivera retrata a Sánchez y resitúa a Cs como un partido con voluntad de romper el bloqueo.

El presidente de Ciudadanos, Albert Rivera. | EFE

Es particularmente cierto de la política que parte de su naturaleza es conseguir que otros hagan algo que no quieren hacer. Pero no se trata de doblegar la voluntad ajena por la fuerza, sino por la trampa. Donde trampa no significa necesariamente engaño. Más bien, arte. El que se precisa para conformar situaciones en las que esos a los que se quiere empujar a cierta decisión o posición no tengan más remedio que plegarse, contrariando su voluntad inicial. Esta perspectiva conviene aplicarla a la propuesta que ha hecho Ciudadanos para evitar la repetición electoral, mediante una abstención condicionada y conjunta de Cs y PP en la eventual segunda investidura de Pedro Sánchez.

La primera dificultad de la propuesta es que supone empujar a decisiones no deseadas a dos partidos. Para el Partido Popular entraña aceptar que no lleva la iniciativa en un acuerdo que es, a fin de cuentas, equivalente a un gran pacto de Estado. Una entente como la que propone Rivera para que haya un Gobierno de España sin tener que recurrir de nuevo a las urnas sería de hecho un pacto de Estado, aunque no se le diera ese nombre. Aceptarlo supondría para el PP sacrificar temporalmente esa condición de líder de la oposición que hoy defiende con particular empeño, y que incluye un claro protagonismo en la propuesta de ese tipo de pactos. Este obstáculo puede salvarse si Casado tiene claro que Sánchez no va a entrar por la estrecha puerta que se le abre.

El segundo escollo, el mayor, es el propio Sánchez. Tendría que pasar por el aro de las tres condiciones que pone Rivera, declaradas innegociables, y ello en una correlación de fuerzas peor de la que espera después de una convocatoria electoral en noviembre. El juego del gallina de Sánchez ha consistido, durante todo este tiempo, en consolidar la predicción de que el único que saldrá beneficiado de unas nuevas elecciones será él. En otras palabras: ha procurado que los otros tengan miedo a medirse de nuevo en las urnas. No lo ha conseguido con Podemos, que siempre parece dispuesto a ir de victoria en victoria hasta la derrota final. Pero su respuesta ante la iniciativa de Ciudadanos, el hecho de que se reafirme en la demanda de una "abstención técnica", indica que sigue apostando por el temor a un mal resultado electoral como elemento disuasorio.

Así las cosas, la salida que plantea Rivera parece impracticable. No va a conseguir que los dos partidos interpelados –sobre todo uno de ellos– hagan lo que no quieren hacer. Pero Ciudadanos no ha sacrificado su coherencia –su firme negativa a un Gobierno de Sánchez– por nada. La habrá hecho consciente de la improbabilidad del éxito de la maniobra. Y consciente también de que su propuesta le permite retratar a Sánchez y resituarse como un partido con voluntad de romper el bloqueo. Sea realista o no, sea cual sea la intención, su oferta de última hora le faculta para presentarse a una repetición electoral con el halo de los que sacrifican algo por un interés superior. Cosa distinta es que vaya a transmitirse y juzgarse de esa manera. Cuando la tendencia es a juzgar más por el porqué que por el qué. Y la pregunta es por qué ahora y no antes.

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