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Emilio Campmany

Tres tazas de federalismo

En Sánchez, la ignorancia no excluye la cara dura.

En Sánchez, la ignorancia no excluye la cara dura.
EFE

Es frecuente entre los mandados no preocuparse de saber qué finalidad tiene lo que se les ha ordenado. ¿Para qué se van a preocupar de averiguarlo si de todas formas lo tendrán que hacer? Por eso, Sánchez, apenas supo que había llegado a Ferraz la orden de Iceta, se puso firmes y se limitó a obedecer sin entender. Por otra parte, tampoco hay nadie en el Consejo de Ministros, ni siquiera la profesora de Constitucional, que le pueda aclarar lo que el federalismo que quiere el PSC implica.

Sin embargo, su ignorancia no deja de tener inconvenientes. El más frecuente es el de meter la pata por asumir como propio lo que no se entiende. Horas después de haber cambiado el PSOE su programa electoral a toque de corneta, o más bien de chirimía, el caballero de la faz picada defendió con ardor guerrero el federalismo del que ahora es abanderado. Sánchez sabe que Iceta exige además que se reconozca a Cataluña la cualidad de nación. Lo que no parece que sepa son las consecuencias de tal reconocimiento. No sabe por ejemplo que eso implica despojar de su condición de soberano al pueblo español para repartir la soberanía entre tantos pueblos como naciones reconozca la Constitución de Iceta. Y tampoco sabe que, cuando Cataluña sea una nación, tendrá implícito, tan sólo por serlo, el derecho a decidir unilateralmente su futuro. Patrocinar eso constituye una traición.

Sin embargo, no saber lo que se dice podría constituir una atenuante. Su orfandad de conocimiento es incuestionable. Lo prueba el que, después de haber defendido con notable brío la solución federal para España, la atacara con el mismo o mayor denuedo pasados apenas unos minutos. Cuando dijo que se proponía arrancar las competencias tributarias a Madrid para evitar el dumping fiscal, no se dio cuenta de que, para hacer esto, tendría que despojar de esas capacidades a todas las comunidades autónomas, incluida Cataluña, por supuesto. La proposición no puede ser más centralista, unionista y antiautonómica. Expuesta además por quien acaba de proclamarse furibundo federalista a órdenes de otro que, horas después, con maneras propias de una arenga militar, exigió no dar un paso atrás en el autogobierno. El de Cataluña, naturalmente. O sea, que mientras el Gobierno de aquella región se levanta en rebelión, a quien hay que meter en cintura por sus excesos en el uso de las facultades transferidas es a Madrid. Desde luego, la ignorancia no excluye la cara dura.

La igualdad de los españoles ante la ley, empezando por la fiscal, exige devolver a la Administración central todas las atribuciones en materia de impuestos, comprendidas las de País Vasco y Navarra. Pero si eso no se quiere hacer, que es obvio que el PSOE de Sánchez e Iceta no quieren, tendrán que aguantarse y dejar que el PP, en Madrid o cualquier otro sitio, baje los impuestos todo lo que las injustas leyes que padecemos les permitan. ¿No quieres federalismo? Toma tres tazas.

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