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Antonio Robles

Sánchez ha de ser desafiado por el PSOE

Nadie, absolutamente nadie, puede disponer de la soberanía nacional a su antojo.

Hasta los más poderosos tienen los pies de barro, y todo César puede engendrar dentro el puñal que frene su desmesura. Ante la legitimación del rencor secesionista que Pedro Sánchez está dispuesto a asumir por seguir en la Moncloa, los Pages, Lambán y Varas de turno pueden hacer algo más que darse golpes de pecho piadosos para abortar su cesarismo.

¿Se dará cuenta Sánchez de que, llegue donde llegue en su compadreo con los secesionistas, ya ha blanqueado su lenguaje virtual de la plurinacionalidad, la autodeterminación o la amnistía de presos políticos? ¿Se dará cuenta de que son el lenguaje y la dramaturgia el paso previo para crear realidad? ¿Se dará cuenta de que al aceptar hablar de mesa de negociación bilateral entre Estado español y nación catalana ya le están ganando la partida de la simbología? ¿Se dará cuenta de que el plurilingüismo y la plurinacionalidad, cuestionar el artículo octavo de la Constitución, son caballos de Troya nacionalistas para lograr acortar plazos al derecho de autodeterminación primero y la independencia después? Ojo con la Ley de Lenguas del PSC. Lo habíamos advertido. Sólo es una estación. Los nacionalistas caminan sin prisa pero sin pausa hacia su solución final. El problemas no son ellos, son el Estado y sus Gobiernos, siempre lo han sido. Es hora de rebelarse.

Los Pages de turno tienen la oportunidad de comportarse como hombres de Estado. Si el intruso del PSOE quiere volar España después de hacerlo con su partido, pueden retirarle el apoyo a su investidura. Si él se ve obligado a adular a sus enemigos territoriales para lograr sus votos, ¿por qué le han de resultar gratis los de sus barones territoriales? ¿No se alía él con populistas y secesionistas, ambos conchabados para acabar con el mal llamado "régimen del 78", como paso previo para romper España como espacio del bien común? ¿Cuánto más debería asegurar los votos de quienes lo defienden?

Pues si lo puede hacer sin ningún rubor ni vergüenza contra el Estado, es un imperativo ético, una necesidad política, utilizar el acta de diputado, individual e irrenunciable, por encima de consignas de partido, con el fin de evitar el desguace de España en nombre de su propio poder.

Por encima de cualquier delirio de grandeza, todo Estado ha de procurar la defensa de su soberanía y el bien de todos sus ciudadanos, y si él mismo está constreñido por sus propias reglas, no lo están cada uno de sus diputados, cuyas actas son personales e intransferibles. La delegación democrática, no lo olviden, es individual e inviolable.

Nadie, ni su propio partido, les puede obligar, chantajear o secuestrar el voto en contra de su voluntad.

Por tanto, si en el PSOE todavía queda algún patriota, o simplemente algún representante del pueblo consciente de su responsabilidad, y además cree sinceramente que el líder de su partido está echándose en manos de los enemigos de la soberanía nacional, o en proceso de hacerlo, ha de ser consecuente y votar en contra de su investidura. Eso sería un acto de lealtad a la nación que representa, a las siglas de su partido socialista, obrero y español, y un aviso para navegantes. Nadie, absolutamente nadie, puede disponer de esa soberanía a su antojo.

Entre la lealtad al partido y la lealtad a la nación que te ha elegido para representarla, no hay duda alguna, la nación como espacio soberano del bien común. El PSOE ha de desafiar a Sánchez, o al menos presionarlo internamente.

Entiendo que en Podemos, ERC, PDeCAT, Bildu y demás casquería populista tengan el derecho a desear la disolución de España, o convertirla en una república bananera. Ellos no están en contradicción con sus principios. Pero Page, Lambán o Fernández Vara sí. Además de la plana mayor del PSOE histórico. El apoyo a la La España que reúne lo certifica.

No es vana ilusión. Estamos tan acostumbrados a la degradación de los valores en que se sustentan los ideales políticos de los Estados de Derecho, que su defensa la confundimos con la bisoñez política. Ande yo caliente y ríase la gente. El eco antiguo sigue replicándose.

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