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Armando Cuesta

El papel social de la industria sanitaria en tiempos de alarma

Vivimos en una época insólita donde una sociedad cada vez más envejecida demandará cada vez más productos sanitarios y medicamentos.

Vivimos en una época insólita donde una sociedad cada vez más envejecida demandará cada vez más productos sanitarios y medicamentos.
Área de Triaje del hospital de El Bierzo | EFE

El sistema capitalista ha permitido a la humanidad el desarrollo de grandes progresos en multitud de áreas. La idiosincrasia de este sistema, basado en la maximización de la eficiencia y reducción de costes, le ha convertido en el principal motor de desarrollo de tecnologías innovadoras. En este sentido, la biotecnología y las empresas farmacéuticas son máximos representantes de dicha innovación.

Es evidente que el progreso que ha traído el capitalismo se ha traducido en cuantiosos réditos económicos, si bien, a veces, distribuidos de forma desigual; amén de productos que han mejorado sustancialmente nuestra calidad de vida. Ciertamente un capitalismo desenfrenado genera, a la larga, desigualdad entre aquellos más desfavorecidos. Al mismo tiempo, desatiende valores que, a mi juicio, son importantes en el adecuado desarrollo de todo ser humano. Por todo ello, resulta necesario el establecimiento de cierta regulación, más o menos estricta en función del país en el que nos encontremos, a la par que incentivos que permitan un crecimiento sostenible. En este sentido, la ONU aprobó recientemente la Agenda 2030 sobre el Desarrollo Sostenible con 17 Objetivos, de los cuales, el número tres en importancia, tras la erradicación del hambre y la pobreza, es la mejora de la "Salud y el Bienestar".

En efecto, nuestra industria es la única capaz de responder al deseo innato de la sociedad de disfrutar de una vida más saludable y longeva, a la par que mejora su productividad de forma sostenible, reduciendo, el gap de salud existente entre las personas. Sin embargo, para que esto siga siendo así, debe existir una simbiosis entre la sociedad y la industria sanitaria, mediante contratos tácitos entre ambos agentes. Estos contratos son, aún si cabe, más importantes en sectores especialmente estratégicos y sensibles como el Farmacéutico y el Biotecnológico. A continuación, elaboraré el esbozo de cuáles creo que deben ser los términos de este contrato.

Por un lado, el sector Farmacéutico y Biotecnológico deben comprometerse con la sociedad en dos aspectos esenciales. Primero, y dado que el objeto de estudio es el ser humano, deben establecer el mayor de los estándares éticos en su quehacer diario. Esto se traduce en operar con el mayor grado de rigor y transparencia al respecto de sus esfuerzos en el terreno del desarrollo de medicamentos, transmitiendo siempre la verdad a un público muchas veces lego en la materia. En segundo lugar, y no menos importante, deben esforzarse por desarrollar una sensibilidad especial por el acceso a medicamentos cada vez más sofisticados y costosos para la sociedad. En este sentido, es imperativo que la industria se comprometa en la "liberación" de los mismos tras la expiración de sus patentes, para permitir así que estos sean accesibles por todos a un coste prácticamente inexistente ad aeternum.

Por otro lado, la sociedad, en su conjunto, debería mostrar un fuerte apoyo a la industria en tres frentes. Primero, reconociendo el importante valor que supone para su demanda de una mayor esperanza y mejor calidad de vida (lifespan y healthspan, respectivamente), fomentando e incentivando el talento humano en dichos sectores. En segundo lugar, creando los instrumentos necesarios, fiscales y de mercado, para su continuidad y progreso. En este sentido, los reguladores deben hacer un esfuerzo por proveer a estas empresas de marcos flexibles para poder acceder al mercado de capitales, a la vez que se crean más incentivos fiscales, especialmente en el desarrollo de medicamentos dirigidos a patologías huérfanas o que generan importante morbilidad y deterioro de la calidad de vida. Finalmente, es importante que se desarrolle una labor educativa para entender que sólo mediante el libre mercado, en un sentido amplio de la palabra, es posible que la industria farmacéutica y biotecnológica florezcan. Es precisamente la falta de conocimiento y la excesiva regulación de la industria la que ha desalentado y cercenado su desarrollo en Europa y, en última instancia, ha supuesto su traslado masivo a Estados Unidos. Esta labor educativa debe, además, esforzarse por crear en la ciudadanía y, por supuesto en los policy makers, una actitud positiva hacia esta industria, que genera puestos de trabajo de alto valor añadido y salva vidas. Este último punto es de especial importancia, y también dificultad, dado que no es fácil encontrar el necesario equilibrio entre generar los imprescindibles incentivos económicos para potenciar esta área de investigación (cualquier área, en realidad) en un ámbito de trabajo (la salud) donde la demanda de "solidaridad" es tan justa y necesaria.

Vivimos en una época insólita donde una sociedad cada vez más envejecida demandará cada vez más productos sanitarios y medicamentos. Al mismo tiempo es la época científicamente más prolífica de nuestra historia. Sólo mediante una alianza bien entendida podrá la humanidad responder a este desafío, como hoy, más que nunca, vivimos todos en primera persona.

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